Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Tess eta ni»

Una historia de iniciación en las islas Frisias

Ya se sabe que el cine centroeuropeo y el nórdico son los que mejor tratan la problemática infantil, sin caer en los paternalismos inherentes al género familiar. Por eso no sorprende que la ópera prima del neerlandés Steven Wouterlood haya sido premiada en distintos festivales especializados en la audiencia menor de edad, dada su experiencia previa en espacios televisivos pensados para niños y niñas. En la Berlinale recibió una Mención Especial, dentro de la sección Generación Kplus; en la Seminci se llevó el premio de la sección Joven; y en el festival infantil y juvenil de Zlin el de Mejor Película. “Mi extraordinaria semana con Tess” (2019) es una obra pequeña, consciente de sus limitaciones dramáticas, pero que se atreve a abordar temas trascendentales desde una mentalidad preadolescente, o lo que es lo mismo, de una manera intuitiva, natural y espontánea.

Wouterlood contrasta dos posiciones ante el paso de la niñez a la adultez, la de un chico y una chica entre quienes surge la amistad durante unas vacaciones en las islas Frisias, en el conocido destino turístico de Terschelling. Sam atraviesa por sus primeras dudas existenciales, ya que le preocupa ser el miembro más joven de su familia, convencido de que, por ley de vida, será el último en morir, motivo que le lleva a entregarse a un duro entrenamiento para adaptarse a la soledad. El interés de Tess, en cambio, es el de conocer a su padre biológico. El personaje de ella no tiene tanta relevancia como el de él, y sirve para representar las diferencias entre el grupo familiar estable de Sam y la familia desestructurada de Tess.

Aunque toda historia de iniciación se presta a su lectura universal, lo cierto es que la novela de Anna Woltz, por los paisajes que retrata, parece ser que tiene una significación muy especial desde el punto de vista nostálgico en el país neerlandés, y ese factor emotivo, lamentablemente, se nos escapa al resto.