Josep SOLANO
GOLPE DE ESTADO EN MYANMAR

Las guerrillas étnicas se suman a la resistencia contra el Ejercito

El apoyo de las principales guerrillas étnicas al movimiento democrático que se opone al golpe militar del pasado 1 de febrero perpetrado por el Ejército birmano pone bajo el foco el numeroso crisol de movimientos armados en esta ex-colonia británica.

Los disturbios casi diarios en Mynamar desde el golpe de Estado perpetrado por el Ejército ha vuelto a poner el centro de las miradas en los grupos étnicos armados de este país del sur-este asiático. La independencia del dominio colonial británico en 1948 dejó un complejo mosaico de grupos culturales, étnicos y lingüísticos en Myanmar que ha dificultado la estabilidad política y económica del país, que sí han tenido otros estados de la región.

Durante buena parte de la segunda mitad del siglo pasado y los primeros años de este siglo, estas guerrillas organizaron una lucha no coordinada de las diferentes regiones por la autonomía, la identidad étnica, las drogas, el jade y otros de los muchos recursos naturales del país. La mayoría de los conflictos de los grupos rebeldes que se han producido en este país desde entonces hasta ahora han sido con el Ejército birmano, formado mayoritariamente por el grupo étnico Bamar.

En 2015, cuando el gobierno democrático liderado por la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, estaba intentando realizar reformas que consiguieran profundizar en la frágil democracia del país, se consiguió que una decena de grupos étnicos armados firmaran un alto el fuego con el Ejército e iniciaran las negociaciones de un acuerdo de paz con las autoridades centrales. Y a pesar de que estos grupos rebeldes aseguraron en un primer momento que continuarían con el alto el fuego pese a las protestas, el diálogo se rompió el mes pasado a causa de la brutal represión de las protestas contra el golpe.

A finales de la semana pasada, esos mismos grupos armados mostraron su apoyo al gobierno derrocado por el golpe y han apoyado la decisión de los electos democráticos de abolir la Constitución de 2008, que garantiza entre otras cosas, un amplio poder reservado para los militares y sus grupos afines por encima de las elecciones, que se celebran desde 2011. Exigen el fin de las atrocidades contra civiles desarmados y mostraron todo su apoyo a la gente que participa en el movimiento de desobediencia civil desafiando la junta militar.

Algunos expertos aseguran que el golpe y la posterior represión llevada a cabo por los militares han dado a estos grupos étnicos armados rebeldes una causa común por la que luchar, una suerte de alianza interétnica y prodemocrática

¿Quiénes son estos grupos? La organización no gubernamental International Crisis Group estima que un tercio del territorio de Myanmar –principalmente las regiones fronterizas– está controlado actualmente por unos 21 grupos rebeldes armados. Los principales grupos incluyen el Ejército del Estado Unido de Wa, la Unión Nacional Karen, el Ejército de la Independencia de Kachin, el Ejército de Arakan, el Ejército de Liberación Nacional de Ta'ang y el Ejército de la Alianza Democrática de las Nacionalidades de Birmania.

El maoísta Ejército del Estado Unido de Wa, con una fuerza permanente de entre 25.000 y 30.000 efectivos según las fuentes, está respaldado por China y es uno de los ejércitos no estatales más grandes del mundo.

Este grupo armado, activo en su enclave autónomo de la frontera norte, está dirigido por Bao Youxinag y defiende la independencia de facto del Estado Wa a pesar de no haber sido reconocida ni por Myanmar ni por ningún estado del mundo. Este ejército es el brazo armado del Partido del Estado Unido de Wa, constituído en 1989 después que se prohibiera el Partido Comunista.

El estado de Shan concentra también algunas de las organizaciones guerrilleras más poderosas del país como son el Ejército del Estado Shan Sud y el Ejército del Estado Shan Norte, que cuentan respectivamente con cerca de 8.000 efectivos regulares. La principal diferencia entre estas dos guerrillas no es otra que su posicionamiento político: si el ejército sureño adopta una doctrina más étnica, el norteño se reclama socialista. Este estado alberga gran parte de la producción de metanfetaminas de Myanmar, según diversas fuentes, lo que supone una fuente clave de ingresos para estos grupos rebeldes.

Otro de los grupos más potentes en cuanto a influencia y efectivos es el Ejército de Liberación Nacional Karen, firme defensor del derecho a la autodeterminación de este pueblo y que, según los últimos datos, dispondría de alrededor de 15.000 milicianos. Esta guerrilla es una de las que lleva más tiempo luchando contra el gobierno birmano ya que el inicio de las hostilidades se sitúa sólo un año después de la independencia del país, en 1949, a raíz de la detención de un líder karen de las Fuerzas Armadas reemplazándolo por un nacionalista birmano anti-karen. Una de las características de este grupo es su proyección internacional, ya que un gran número de extranjeros han combatido en sus filas. Tres voluntarios franceses del Ejército de Liberación Nacional Karen, Jean-Phillipe Courreges, Olivier Thiriat y Guillaume Oillic, murieron en combate entre 1985 y 1990 y un excombatiente norteamericano, Thomas Bleming, escribió un libro “War in Karen Country” explicando su experiencia.

El Ejército para la Independencia de Kachin es el brazo armado de la Organización para la Independencia de Kachin, una organización soberanista de la región Kachin, fundada en 1961 y que busca la independencia de los habitantes de este grupo étnico que está a caballo entre China e India y gobierna el territorio de este estado dentro de Myanmar. Esta organización armada está financiada por la Organización para la Independencia de Kachin, que recauda dinero a través de impuestos regionales y el comercio de jade, madera y oro. Esta guerrilla, al contrario de las anteriores, no se sumó al alto el fuego de 2015 con el Ejército birmano.

Otro que no quiso firmar el fin de las hostilidades fue el Ejército de Liberación Nacional de Ta'ang, un pueblo del este del país fronterizo con Tailandia. La guerrilla, de tendencia nacionalista, es conocida por su oposición al tráfico de drogas y sus campañas de destrucción de ampos de amapolas, refinerías de heroína y laboratorios de metanfetamina.

El resto de grupos armados del país o bien son bastante más minoritarios o bien se desconocen el nombre de militantes y/o miembros de los mismos.

Miedo a una guerra civil. El claro alineamiento de los grupos étnicos armados con el gobierno civil legítimo surgido de las urnas ha aumentado la dimensión del movimiento de protesta y, según diversos expertos en política asiática, este hecho incrementa potencialmente el riesgo de un conflicto civil. A pesar que estos grupos armados étnicos llevan décadas enfrentándose al Ejército birmano y eso hace que el país no sea ajeno a conflictos bélicos, el riesgo a un conflicto total por la inestabilidad interna a causa de las protestas es muy real.

El portavoz del autodenominado «gobierno legítimo», formado por los diputados electos de las elecciones del pasado mes de noviembre, el Dr. Sasa, pidió a la comunidad internacional hace unas semanas que la junta militar que gobierna con mano de hierro el país sea considerada a nivel internacional como un «grupo terrorista» y destacó la necesidad de cortarle cualquier tipo de financiación interna y externa. Sasa insistió en que para prevenir un escenario no deseado de guerra civil, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debería activar el principio de la responsabilidad de proteger y garantizar la integridad de la población.

Y es que durante los meses que han pasado desde el golpe militar liderado por Min Aung Hlaing, las protestas no sólo han sido constantes sino que han ido aumentando en número y en determinación a pesar de la violencia inusitada del Ejército contra población no armada.

El relator especial de la ONU para los derechos humanos en Myanmar, Tom Andrews, aseveró que la sangrienta represión de las manifestaciones pacíficas está «alcanzando el umbral legal para crímenes de lesa humanidad». El destino de Myanmar es más incierto que nunca: mientras la escalada de violencia del Ejército contra los manifestantes continúa en aumento y pese a que los prodemócratas están determinados a soportar estos y mayores niveles de represión, el conflicto corre el riesgo real de estallar y convertirse en una guerra interétnica abierta.