Mikel ZUBIMENDI
SUPER LIGA EUROPEA

Capitalismo con esteroides para fijar las reglas del fútbol y venderlo al mejor postor

El anuncio de una Superliga Europea privada y cerrada ha provocado un seísmo en el fútbol. Se oyen voces de resistencia, tambores de «guerra civil». Pero pase lo que pase, ya nada será igual.

Doce clubes europeos han anunciado ser miembros fundadores de una nueva «Superliga europea». AC Milán, Arsenal, Atlético de Madrid, Chelsea, Barcelona FC, Inter de Milán, Juventus, Liverpool, Manchester City, Manchester United, Real Madrid y Tottenham Hotspur avisan de que a partir de agosto participarán en su liga privada, en dos grupos de diez, jugando partidos entre semana en casa y fuera. Hasta ahora, venían amagando, rozando el poste, pero esta vez han llegado más lejos que nunca. Los clubes no solo necesitan dinero, inyecciones de efectivo a corto plazo, sino también un control a largo plazo. Muchos de los clubes más grandes de Europa están tiesos, con deudas insostenibles. Pero no solo quieren aliviarlas, también piden gestionar ellos mismos, y no la UEFA, la máxima competición.

Para la UEFA es más que un órdago. Es algo existencial y peleará con todo lo que tiene para que nadie le quite el carrito de los helados. Y nos dirá que toda la estructura de clubes está amenazada, en todo el mundo, que el juego quedará malherido, que Europa se quedará sin fútbol.

Pero la ironía es que una de las próximas semifinales de Champions, de la antigua Copa de Europa, la juegan Emiratos contra Qatar, en una especie de «Clásico del Petróleo». Manchester City contra PSG, príncipe contra emir, petrodólares, fondos de inversión, grandes constructores, gigantes de la televisión... que el fútbol hoy en día se ha convertido en una gran lavadora que limpia cantidades enormes de dinero sucio no es ninguna sorpresa. Quizá la UEFA tenga motivos para anunciar que va a la guerra, pero también los tiene para callar y no sobreactuar, sus corrupciones y sus responsabilidades en la deriva que está tomando el fútbol le persiguen.

Una cosa es segura, es poco probable que el fútbol vuelva a ser el mismo. Tras el VAR, ahora esto. La misma lógica capitalista, pero con turbo, fútbol vendido al mejor postor. Y, al parecer, era ahora o nunca. En estos tiempos pandémicos, lo que suele llevar años se hace en horas. Ponen dinero en efectivo, por adelantado, colgándolo como un cebo, ante unos clubes necesitados como nunca, y si todos los demás están en el ajo, ¿quién quiere quedarse sin silla?

La Superliga, de hacerse realidad en tres meses, representa varios mazazos en uno. Sería un cambio jamás realizado en el calendario del fútbol, se cargaría no solo la Champions League, tendría un impacto sísmico en toda la estructura del juego de clubes. Pero hay más. Al establecer una competición cerrada, muestran cómo quieren que sea el fútbol del futuro, un reality show sin pausa, con «partidazos» a la carta, que genere flujo incesante de contenidos, que marque la conversación, que genere polémica, una ebullición en la que nada realmente importa y, por tanto, todo importa.

Un fútbol como un paquete enviado a tu casa, el fútbol como un bien de consumo que no se gasta ni se cuida, que se adapta a la vida del consumidor tan bien como una tarjeta de crédito en una ranura. Un fútbol que, ante todo y simplemente, no sea un juego, sino una fuente de ingresos que se debe exprimir sin concesiones, sin importar el costo para los aficionados. De hecho, de eso se trata. De quitar la voz, de desempoderar a los socios e hinchas frente a los propietarios, a los saqueadores y los magnates de los medios.

¿Y si fuera incómoda la verdad? ¿Y si es esto lo que mucha gente realmente quiere? Los clubes argumentan que es su actitud hacia los negocios, su actitud de verse y hacerse a sí mismos como una gran empresa multinacional, lo que nos permite que algunos de los mejores futbolistas del mundo jueguen en contra de nuestros equipos. Que el capitalismo puede beneficiar y que claramente ha beneficiado al fútbol a lo largo de los años, y que les tengamos confianza, que Florentino Pérez es un genio, que solo es otro paso en esa dirección.

Los próximos días traerán algo de claridad, así como mucha más confusión. La resistencia tendrá muchas formas. Como ya lo han hecho Boris Johnson y Emmanuel Macron, otros mandatarios se unirán a la condena, las críticas se generalizarán en todo el continente, hinchadas y clubes emitirán sus comunicados de protesta. La UEFA ya advierte de que considerará «todas las medidas, a todos los niveles» para que el fútbol se base «en competiciones abiertas y mérito deportivo». Pero el Barça está endeudado hasta el cuello, en una de las mayores crisis financieras de su historia. El Real Madrid ni tiene dinero para hacer fichajes galácticos ni lo tuvo para fichar a nadie el verano pasado. Según varias informaciones, la Juventus necesita 150 millones de euros en efectivo para junio, el Inter de Milán fue rescatado en febrero...

Y con la pandemia esto no va a ir a mejor. Y ya no hablamos de las categorías inferiores y el fútbol base. Así están los clubes más ricos en el deporte que genera más riqueza. No son capaces de sanear su propio club y ¿quieren que dejemos el futuro del fútbol en sus manos?

¿Cómo ha llegado el fútbol a este punto? Los clubes de élite y los fondos que los sostienen han aprovechado el momento para hacer que lo que cría que era una OPA hostil parezca ahora inevitable, para algunos periodistas deportivos a sueldo de Florentino Pérez, incluso «irresistible». Quieren que el deporte más popular del mundo ceda gran parte de su poder y riqueza, para dárselo en forma de estatus e influencia a personas que lo desprecian. Quieren cortarle las alas, desmembrarlo de sus orígenes y de su memoria, desde la base hasta el Mundial.

El capitalismo con esteroides pretende apropiarse del fútbol, controlarlo, exprimirlo. No se contenta con tener acciones o asiento, exige el volante, el poder para establecer sus propias reglas. Esto es lo que parece va a suceder con la Superliga.

Sin embargo, no todo es triste: cuando la gente ha reivindicado el fútbol como propio, los estadios han sido uno de los pocos lugares para ventilar agravio, el fútbol ha sido una fuente de protesta, placer y, sobre todo, expresión.