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Erdogan se aferra a su proyecto de canal de Estambul pese a las críticas

Él mismo había tildado este proyecto de «locura». El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, está dispuesto a construir un canal gigantesco paralelo al estrecho del Bósforo en Estambul, una iniciativa criticada por la oposición, los defensores del medioambiente, los propios bancos turcos, reacios a financiarlo, y hasta Rusia, ya que facilitaría el despliegue de barcos de la OTAN en el mar Negro. El Gobierno espera colocar la primera piedra en junio.

Sus detractores acusan a Recep Tayyip Erdogan, que gobierna Turquía con mano dura desde 2003, de aferrarse a un proyecto que llevará a su país a una catástrofe ecológica y a un endeudamiento gigantesco e inútil.

La construcción de una infraestructura de este calibre, bautizada Kanal Istanbul, supondrá también una alteración geopolítica, pues Rusia teme que permita a los países de la OTAN desplegar más fácilmente sus navíos de guerra en el mar Negro.

Pero Erdogan, alabado por sus partidarios por haber construido numerosas infraestructuras, ignora las críticas. De hecho, el Gobierno espera poner en junio la primera piedra de la megaconstrucción, que conectaría el mar Negro al norte con el mar de Mármara al sur, recorriendo 45 kilómetros a través de pantanos, granjas y pueblos en la ribera occidental de Estambul, lo que alteraría el ecosistema de la ciudad y destruiría el medioambiente.

Pero el sueño de Erdogan no es barato. Un estudio de 2019 estimaba que el coste es de 75.000 millones de libras turcas (unos 13.000 millones de dólares de entonces). Y su financiación, que en su día Erdogan negoció con China, está en el aire, ya que seis de los principales bancos turcos se muestran reacios a financiar el faraónico proyecto debido a las preocupaciones ambientales y los riesgos de la inversión.

Uno de los principales detractores del proyecto es el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, uno de los opositores más abiertos a Erdogan. Aseguró que los terrenos que bordean el futuro canal habían sido cedidos a empresarios afines a Erdogan. «Es un proyecto de construcción e inmobiliario. La principal razón que motiva a Erdogan es el dinero, siempre el dinero», declaró.

En el extranjero, las críticas proceden principalmente de Moscú, cuyas autoridades temen que el acceso al mar Negro, un espacio considerado estratégico sobre todo tras la anexión de Crimea en 2014, facilite el tránsito de los navíos de sus adversarios de la OTAN. Como respuesta, el Kremlin ya ordenó reducir los vuelos comerciales entre Rusia y Turquía, le recordó a Ankara que mantiene abierta en Moscú la oficina de representación de las YPG kurdas y que no le temblará el pulso al imponer al país duras sanciones, como hizo en 2015.

Según la Convención de Montreux, que rige la navegación en el estrecho del Bósforo, única vía de acceso natural al mar Negro, los países no ribereños deben avisar con antelación el paso de sus buques.

En abril, un grupo de almirantes turcos hostiles a la OTAN fueron censurados por Erdogan tras pedir que se aplicara la Convención de Montreux al futuro canal. «No tiene nada que ver con la Convención de Montreux, aportará más prosperidad y paz a Turquía», respondió.

Analistas estiman que Erdogan podría ver en el canal una forma de apaciguar a Washington, tras años de tensiones costosas para Ankara, y contemple cambiar un libre paso de los navíos de la OTAN en el mar Negro por la suspensión de sanciones impuestas por Washington a Ankara por la compra de misiles rusos.

Pero los expertos creen que utilizar el canal como moneda de negociación podría generar tensiones con Rusia, aunque que el presidente de EEUU, Joe Biden, haya ignorado por ahora el proyecto turco puede haber tranquilizado a Moscú.