Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Guardianes de la noche: Tren infinito»

Katanas y demonios en un tren onírico

Para quienes, como en mi caso, no hemos tenido referente alguno del original en formato manga y serie, este viaje a los infiernos planeado por Haruo Sotozaki se revela como una vertiginosa montaña rusa que cumple con su cometido principal de entretener al público, mediante un explosivo diseño y un ritmo que no decae en momento alguno.

Supongo que para los seguidores de las viñetas de Gotoge Koyoharu esta prolongación cinematográfica figura como esencial, a tenor del auténtico bombazo de taquilla que ha provocado en Japon, convirtiéndose en la cinta más taquillera de su historia.

Semejante éxito no es solo deudor de la fama que ya atesora de por sí el original, sino por que lo que se revela en la pantalla goza de un acabado artístico de mucho empaque. “Guardianes de la noche: Tren infinito” es básicamente un espectáculo animado de gran envergadura y sigue al dictado los conceptos existenciales y artísticos de una cultura profundamente arraigada a unos elementos muy reconocibles. En esta inusual odisea topamos con un joven que, después que su familia fuese asesinada por una criatura y su hermana poseída por ella, abandonó su pequeña aldea y su humilde existencia como vendedor de carbón para convertirse en un letal cazador de demonios.

En esta entrega en la que prolonga su viaje iniciático, el protagonista se embarca en un incierto viaje cuyo destino es un tren de apariencia infinita. A lo largo de la trama todo transita en un territorio en el que lo real y lo onírico parecen haber sido fusionados. De esta forma, la incertidumbre adquiere un cariz destacado. Este nuevo duelo protagonizado por el joven Tanjiro Kamado y sus aliados cuenta con la épica suficiente como para seducir a un público ajeno a los códigos del manga y que se conforma con pasar un buen rato a bordo de un tren frenético, irreal y fascinante.