Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Ilargi guztiak»

Lazos de sangre más fuertes que los familiares

AIgor Legarreta se le puede aplicar la terminología académica del “progresa adecuadamente”, porque su segundo largometraje supone una mayor definición de estilo e intenciones con respecto a su ópera prima “Cuando dejes de quererme” (2018), que era más dispersa al manejar muchos escenarios y personajes. En “Ilargi guztiak” (2021), la puesta en escena se beneficia de una superior concentración, aunque el arco temporal sigue siendo amplio, abarcando seis décadas, que van de 1876 a 1936. Pero como quiera que por la protagonista no pasa el tiempo, su aspecto infantil nunca cambia y son sus expresivos ojos los que dirigen la mirada poética de la película, un cuento fantástico sobre la muerte en vida o el abismo de la eternidad. Un tema al que se presta el contexto histórico bélico, iniciado en las carlistadas y culminado con el alzamiento fascista, tal como ya lo utilizó en clave mágica el mexicano Guillermo Del Toro.

Voy a hacer un esfuerzo para no hablar de vampirismo, pues considero que lo justo es no hacer referencias al género de terror sobre los “no muertos”, toda vez que aquí se da una ausencia deliberada de elementos característicos o identificativos, y hasta el ritmo narrativo y la estética se alejan del lugar común, por más que el viudo que perdió a su hija prepare a la niña que acoge en su casa unas sopas de ajo, que ella rechaza al no ingerir nada que no sea sangre. Se trata más bien de una dependencia simbólica, referida a unas relaciones personales que van más allá de las consanguíneas o familiares.

La cría que no crece sufre la marginación de una comunidad de fuertes creencias que rechaza al diferente, quien, por su parte, ha de buscar personas a su lado dotadas de una especial sensibilidad marcada por la pérdida y, sobre todo, por una infinita y melancólica soledad. Son seres que se funden con el bucolismo del paisaje boscoso y húmedo.