Amaia U. LASAGABASTER
MUJER Y DEPORTE

DE UN PASADO SIN REFERENTES A UN FUTURO CON VISIBILIDAD

SHEILA ELORZA, ANE ETXEZARRETA, MAI GARDE Y GARAZI MURUA COMPARTIERON AYER MESA REDONDA PARA HABLAR DEL PRESENTE DEL FÚTBOL FEMENINO, EL CAMINO QUE HAN RECORRIDO HASTA PODER DEFENDER UNA CAMISETA COMO JUGADORAS PROFESIONALES Y EL QUE DEBE RECORRER UN DEPORTE TODAVÍA MUY ALEJADO DE LA IGUALDAD.

Las niñas juegan a fútbol en la calle, las mujeres pueden ganarse la vida con el balompié y sus logros abren periódicos e informativos. Pero son pocas las que lo hacen y menos aún las que siguen tras la adolescencia, contadas las que llegan a fin de mes con holgura y excepcionales las que se retirarán con un buen colchón y necesitan ganar algo importante, y que no coincida con algún evento masculino deportivo, para hacerse con la primera plana. La sociedad ha evolucionado y también se nota en el fútbol femenino pero todavía queda mucho, muchísimo, camino por recorrer. De todo eso, de lo que ha pasado y de lo que debe pasar, hablaron ayer Sheila Elorza, Ane Etxezarreta, Mai Garde y Garazi Murua en una mesa redonda organizada por Euskaltel y conducida por Begoña Beristain.

Todas ellas fueron «la rara de la clase» en su infancia, cuando eran prácticamente las únicas niñas que se apuntaban al partidillo del patio con sus compañeros. Tampoco tenían referentes femeninos. «Yo nací con el balón en los pies pero referentes femeninos no he tenido nunca. Mi ilusión era ir al Sadar el domingo a ver a los chicos», explicaba Garde, en una experiencia similar a la de sus compañeras. Las cuatro tuvieron también la suerte de contar con una familia encantada con su afición. «Muchas compañeras no tuvieron ese apoyo –explica la capitana de Osasuna– y abandonaron el fútbol. Si ser la rara de la clase no es fácil, imagina si encima no tienes respaldo en casa». No todos lo entendían igual. «Siempre había algunos niños, o padres incluso, que te decían que no era un deporte para niñas –recuerda Murua–. Yo aquello no lo entendía. Afortundamente va cambiando, cada vez hay más niñas que juegan y se va viendo como lo que es, algo absolutamente normal».

Esas niñas sí tienen referentes. Futbolistas, mujeres, como las que ayer compartieron mesa, que se sienten orgullosas de serlo. «Sobre todo para transmitir los valores correctos en cuanto al deporte y a la vida en general –aseguraba Etxezarreta–. Y también con la responsabilidad de dejar las cosas lo mejor posible para las que vienen y transmitirles todo lo que se ha luchado, se está luchando y hay que luchar porque las cosas no se consiguen porque sí». Coincidía Murua en que ejercer de referente «es una responsabilidad pero también es una de las partes más bonitas de esta profesión, ver que generas ilusión en las niñas, después de que otras que fueron pioneras hicieron el camino casi sin ningún reconocimiento, sin visibilidad, a la sombra... Tenemos un compromiso, una especie de responsabilidad intergeneracional, igual que las anteriores nos dejaron el escenario que tenemos hoy, a nosotras nos corresponde dejar el mejor posible para las generaciones futuras». Generaciones que deben «valorar» el trabajo hecho «porque si no fuera por las anteriores no habría nada –subraya Garde–. Que lo cuide y que ellas tendrán que seguir luchando porque todavía queda mucho por hacer».

La propia capitana rojilla, con dos trabajos además del fútbol, es un buen ejemplo de lo mucho que queda por hacer. O Elorza, que aun siendo jugadora de Primera, tiene otro trabajo «a jornada completa. Te levantas, trabajas, el coche, a entrenar... No estás quieta, no tienes tiempo para ti, la cabeza tampoco para...». La capitana del Eibar reconoce su «suerte por tener un trabajo en el que me dan flexibilidad porque, si no, llega un momento en el que tienes que elegir, el trabajo o el fútbol. Y es uno de los motivos por los que mucha gente lo acaba dejando».

Y es que, en ese aspecto, las cosas no han cambiado demasiado. El sueldo de futbolista no alcanza para vivir de rentas, así que la habitual exigencia parental de no abandonar los estudios por el deporte multiplica su valor. «Independientemente de si se gana más o menos dinero, estudiar siempre es importante», subraya Murua. Y coincide Garde, recordando que, «además, no todas las niñas van a llegar a Primera, así que razón de más». «Te lo inculcan tus padres pero además yo creo que somos muy conscientes de la realidad», explica Etxezarreta.

La realidad es que una futbolista de Primera tiene un salario mínimo de 16.000 euros anuales y una parcialidad mínima del 75% de la jornada. Consecuencia del convenio que se firmó, por primera vez en la historia, el pasado año y que supuso «el mejor ejemplo de la unión y solidaridad» entre las futbolistas, que pelearon durante meses por el acuerdo.

Y que lo siguen haciendo, con el convenio por renegociar, la profesionalización inminente, o no tanto, y un sinfín de procesos en los que las jugadoras perciben un denominador común: «solemos escuchar muy buenas palabras pero luego se tienen que materializar. Hay que pasar de los problemas a los hechos, apostar de verdad. La mujeres somos la mitad de la población», recuerda Murua.

También hay coincidencia en dos factores imprescindibles para que el futuro esté un poquito más cerca: «que quienes toman decisiones piensen un poco menos en su propio interés y más en el beneficio común, del deporte», reivindica Etxezarreta, y la visibilidad. «Hasta en la prensa deportiva la proporción entre deporte masculino y femenino es de 90 a 10. Más la pelea de los derechos televisivos, que no ayuda a nadie –lamenta Elorza –. Y si no se nos ve, no existimos».