Raimundo Fitero
DE REOJO

El Salvador

Centroamérica está en plena ebullición política. Probablemente es la zona con mayor controversia e indefinición sobre su presente y su futuro inmediato. Por razones varias, las noticias que nos llegan están cargadas siempre de tragedia, prejuicios, manipulación ideológica y desprecio por la situación real que están viviendo sus habitantes. Poco sabemos de sus dirigentes, a los que no conocemos de una manera fehaciente. De Nicaragua tenemos información sesgada; Panamá es un canal y un paraíso fiscal; Costa Rica, pura vida, un destino turístico; Guatemala un lugar marcado por la intolerancia y la violencia contra los indígenas, Honduras es tierra de paso. ¿Y El Salvador?

Allí gobierna un personaje especial, Nayib Bukele, que viste de manera especial, que habla a su gente desde una comunicación que resulta en ocasiones preñada de populismos, pero que viene a ser muy singular, y si se le escucha de manera desprejuiciada, se puede estar muy de acuerdo con algunas de sus propuestas. Al tener mayoría absoluta puede tomar decisiones institucionales de gran calado, y ahora ha entrado en una fase de decisiones trascendentales y que pueden ser un acierto absoluto o meter a la economía salvadoreña en una incertidumbre mayor.

Va a convertir a las criptomonedas en legales para cualquier tipo de transacción. Los bitcoins entran, por primera vez, dentro del juego cambiario en un país, y eso que es novedoso, se convierte a la vez en una puerta a la innovación y la especulación ya que la volatilidad de estas monedas es un factor de riesgo bastante obvio, o eso dicen los expertos más fanáticos de la economía bancarizada al uso. La desconfianza en estos instrumentos monetarios virtuales es grande, oficializado puede ser el primer paso a su uso generalizado e implantación definitiva.