Arturo Puente
Periodista
JOPUNTUA

Sálvese quien pueda

La coreografía había sido preparada al milímetro. La semana pasada Junqueras publicó un artículo en el que, sin decir nada nuevo, transmitía un mensaje claro contra la unilateralidad. Esta semana todo lo demás. Primero, apoyo cerrado del empresariado catalán a los indultos. Después, foto de Aragonès con Felipe VI, mientras en Madrid Von der Leyen daba luz verde al plan de recuperación español. Al día siguiente Sánchez subrayaba en Barcelona que «la concordia es un valor económico». Y, por si faltaba azúcar para pasar el mejunje, la semana que viene será la última con mascarillas en la calle.

Todo estaba preparado para la que en Madrid –y en bastantes despachos de Barcelona- se considera la gran operación de Estado para destensar la situación catalana: los indultos. No van a tardar en llegar, anuncian los mentideros, aunque las especulaciones sobre si serán la semana del 22 o la del 29 se ha convertido en discusión común entre expertillos y enterados.

Casi todo está por confirmar respecto a las medidas de gracia. Cómo serán, si se aplicarán inmediatamente, qué obstáculos judiciales afrontarán. También cómo caerán en la sociedad catalana y en la española. Pero la apuesta política es evidente. Para el PSOE es la forma de tratar de apropiarse del centro político en Catalunya, mientras que en España les hace aparecer como valedores de la distensión. Para ERC, obligada a comerse un plato precocinado en la Moncloa, también tiene sus beneficios, porque confirma que su apuesta por la vía negociada puede dar frutos.

Todo listo. Los pasos pactados, los gestos medidos, los nervios de la víspera. Tenia que salir bien. Pero este miércoles un tribunal condenó al activista Marcel Vivet a 5 años de prisión por una agresión a un policía durante una manifestación. Un caso en el que la Generalitat acusaba y pedía prácticamente la misma pena impuesta. Un episodio de represión flagrante por el que los partidos del Govern no solo no movieron un dedo sino lo contrario. Y una condena que tiñe los indultos, al menos en el mundo independentista, de la impresión de que se ha impuesto el sálvese quien pueda.