Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Expediente Warren: Obligado por el demonio»

Cuando el Exorcista visitó el Hotel Overlook

James Wan se ha empleado a fondo en pretender que su franquicia “Expediente Warren” perviva en el imaginario de las nuevas hornadas de aficionados al terror. Tras “Expediente Warren: The Conjuring” y “Expediente Warren: el caso Enfield”, el australiano ha optado por asumir un segundo plano en una tercera entrega –la octava dentro del llamado Warrenverso– en la que ha delegado en Michael Chaves las labores de dirección.

Chaves es un artesano poco dado a la sorpresa y sin duda, se ha limitado a seguir la línea marcada inicialmente por Wan en los despachos.

En esta su faceta de director obediente que cumple con su cometido sin alterar la hoja de ruta, el director de la fallida “La Llorona” ha plasmado en la pantalla un abracadabrante espectáculo circense-terrorífico que tiene en lo visual una de sus mejores bazas gracias a una atmósfera y escenografía emparentadas con los temblores victorianos. A ello se suma las más que evidentes referencias a clásicos del género  como “El exorcista” y “El resplandor”. Lo inquietante asoma en algunos tramos del filme, pero no es menos cierto que esos sustos o sobresaltos obedecen a unos arquetipos que el espectador conoce a la perfección, lo que provoca una cierta sensación de carencia de riesgo.

Lo real y la ficción también se emparentan en un episodio que alimentó la crónica negra estadounidense cuando, en el año 1981, Arnie Cheyenne Johnson protagonizó un caso judicial que, por primera vez, incluyó como atenuante una posible posesión demoníaca.

Con estos mimbres “Expediente Warren: Obligado por el demonio” cumple con su cometido de entretener al público sin excesivos problemas pero se embrolla innecesariamente en diferentes fases.

Por fortuna, la fuerte personalidad de la pareja de parasicólogos Lorraine y Ed Warren –que, por quinta vez, interpretan con plena solvencia Vera Farmiga y Patrick Wilson– salen al rescate del proyecto.