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LIMA

El maestro rural Pedro Castillo, proclamado presidente de Perú

Pedro Castillo fue finalmente proclamado presidente de Perú, junto con la vicepresidenta, Dina Boluarte, mes y medio después de la segunda vuelta las elecciones en la que venció a la candidata de la derecha, Keiko Fujimori. Castillo debe lidiar, en plena pandemia, con un Congreso fragmentado y una derecha hostil que anuncia más obstáculos.

«Proclamo Presidente de la República a José Pedro Castillo Terrones», declaró el presidente del Jurado Nacional Electoral (JNE), Jorge Luis Salas, en un breve acto virtual que pone fin a semanas de espera.

«Tengo el corazón abierto para cada uno de ustedes, no hay rencor en este pecho», afirmó poco después el nuevo mandatario peruano desde el balcón de la sede del partido Perú Libre en Lima, luciendo su tradicional sombrero blanco.

A la vez, apeló a su rival, Keiko Fujimori, que hasta ahora rehusaba reconocer esta victoria, a «no poner más trabas» para que el país avance. La autoridad electoral rechazó los recursos presentados por Fujimori y confirmó los resultados entregados hace semanas por el Organismo Nacional del Proceso Electoral.

Cientos de simpatizantes del presidente, acampados durante semanas frente a la sede del JNE estallaron de alegría con cánticos y bailes. «Llevábamos 200 años esperando que un maestro, un andino, un ‘cholo’ llegara al poder y gobernara para todos», se felicitó Caledonio Ayala, de 38 años, de la región de Huánuco.

Fujimori, que desde el primer momento habló de «fraude», cedió finalmente. «Les anuncio que cumpliendo mis compromisos, mi compromiso con todos los peruanos (...) con la comunidad internacional, reconoceré los resultados porque es lo que exigen la ley y la Constitución que juré defender», afirmó.

Pero la derecha peruana no va a ceder sin plantear dificultades. Si ya hubo rumores de golpe durante la espera de los resultados oficiales, Fujimori siguió considerando el triunfo «ilegítimo» e hizo un llamamiento a los peruanos «para que no se den por vencidos y lleven a cabo una defensa democrática» en una nueva fase de protestas que «no deben caer en ningún tipo de violencia».

El próximo portavoz de Fuerza Popular en el Congreso, Hernando Guerra García, insistió en que Castillo no tendrá «legitimidad ni representatividad».

Pedro Castillo ha logrado con su victoria dar un vuelco político a décadas de Gobiernos neoliberales llegando desde el Perú más rural y marginado, con los medios de comunicación, las grandes empresas y los grupos de presión en contra.

Se dio a conocer con una larga huelga general de la enseñanza en 2017 y llega de la mano de una fuerza de izquierdas, Perú Libre, que se define como marxista-leninista, pero dio sus primeros pasos en política bajo el partido del expresidente Alejandro Toledo, Perú Posible, como candidato a una alcaldía en 2002.

Aunque su programa recoge propuestas de Perú Libre, durante la campaña y tras la larga espera hasta que los resultados se han hecho oficiales ha intentado marcar un perfil propio.

Su principal consejero económico, Pedro Francke, ha asegurado que «no llevaremos a cabo expropiaciones, nacionalizaciones, controles de precios o prohibiciones de comprar y vender dólares y sacarlos del país».

Una de sus principales propuestas es la derogación de la Constitución vigente desde 1993, creada por Alberto Fujimori y abiertamente neoliberal, y la redacción de una nueva en la que el Estado tenga mayor presencia como proveedor de servicios e impulsor de la economía.

En ese mismo sentido, prevé una mayor participación estatal en asuntos de materia energética, mayores presupuestos para la agricultura y educación, así como un nuevo impuesto a los beneficios de las grandes empresas mineras.

Eso sí, en otros ámbitos aparece en Castillo el poso del catolicismo rural con un perfil conservador. Así, es contrario a la educación con enfoque de género, al aborto y a la expansión de los derechos de la comunidad LGTBI.

Pero debe buena parte de su triunfo a un voto de rechazo al fujimorismo y a la corrupción endémica en todos los presidentes del país desde hace décadas.

Incluso con el distanciamiento de las propuestas más radicales, el reto de conseguir apoyos para sacar adelante sus políticas será aún más difícil con la derecha al acecho, un Congreso muy fragmentado y la mitad del censo electoral en contra.