Iñaki ZARATIEGI
DONOSTIA
Elkarrizketa
CHUCHO VALDÉS
MÚSICO

«Cuando en otoño cumpla 80 años entraré en mi segunda adolescencia»

Apellido mayor del jazz latino, el pianista cubano Chucho Valdés recibe este año el donostiarra Premio Jazzaldia que él mismo entregó en la edición de 2003 a su propio padre Bebo. Quien fuera en su día alma máter de Irakere se mantiene en forma y presenta novedades a las puertas de cumplir 80 años el próximo otoño.

Es hijo de profesora de piano y cantante y de maestro pianista y tiene seis hijos músicos; una familia cuyas venas parecen pentagramas. El maestro pianista Dionisio Jesús “Chucho” Valdés Rodríguez (Quivicán, Cuba, 1941) regresa a Jazzaldia guipuzcoano para recoger el premio de esta 56 edición. Actuará hoy en la Plaza Trinidad, en formato de cuarteto, con aforo reducido a causa de la pandemia y taquillaje agotado. Le acompañarán Reinier Elizarde (contrabajo), Georvis Pico (batería) y Pedro Pablo Rodríguez (percusión). Afable y con humor caribeño, responde por teléfono a las preguntas de esta entrevista.

Enhorabuena por el premio Donostia Jazzaldia 2021. La verdad es que es un buen regalo por su 80º cumpleaños.

Gracias. Es muy bonito, por Dios. Estoy super agradecido sobre todo por la coincidencia con mi padre por que yo estaba allí cuando se lo concedieron a él. Así que es un doble honor lo que me han dado. Fíjese lo emocionante que fue entonces, así que hora va a ser como una continuidad.

Dice que aún siente la presencia de su padre cuando se sienta al piano.

¡Cómo no! Si lo tuve al lado, conmigo en el piano, desde mis tres años. Primero como maestro y después como compañero de trabajo porque yo era pianista de su orquesta. Él fue el primer músico de la familia y nos puso definitivamente la música en el ADN.

Nació el mismo día (9 de octubre) y en la misma ciudad, pero su padre se fue de Cuba en 1960. ¿Cómo vivió esa separación?

Estuvimos sin vernos durante 18 años, hasta el 78. Fue muy fuerte. Fue demasiada lejanía.

Se reencontraron hasta el punto de trabajar mano a mano en el exitoso disco «Juntos para siempre» y usted le acompañó en su final. ¿Recuperó el tiempo perdido?

Lo recuperamos y lo disfrutamos. Yo vine para acá, para Benalmádena, con mi esposa y con el nieto más chiquito de papá: Julián. Pudimos disfrutar de aquel tiempo porque él adoraba a su nieto y a mi esposa. Y estuvimos tocando el piano juntos como en los viejos tiempos allá en Cuba, con el nieto correteando por allí. Eso era un banquete.

Bebo nunca regresó a casa. Usted va y viene de Cuba. ¿Cómo se puede curar esa herida entre la isla y el exilio?

Él no quiso volver. Para cualquiera que no pueda regresar a su país, es muy doloroso, ¿no? Es una verdadera pena y de verdad que no lo entiendo. Simplemente digo que no entiendo nada. No puede ser, es imposible que pase eso. Es increíble también. Ni al principio, ni después, ni a estas alturas. Nunca. Eso no pudo suceder. No tiene ningún sentidoPara los 15 años ya tenía un trío y ahora se le considera padre del llamado “afro cuban jazz”.

¿Cómo penetró lo jazzístico su vida desde tan joven?

Directamente desde la infancia por mi padre y el ambiente. En casa oíamos a Duke Ellington y todas las grandes bandas de jazz y todos los grandes pianistas: Art Tatum, Thelonius Monk, Bud Powell… Ver tocar a mi papá, que era un tremendo jazzista, era suficiente. Pero aparte, trabajaba en el Tropicana, el centro musical más importante, y lo visitaban los grandes músicos norteamericanos. Me llevaba allí e inclusive yo conocí siendo un niño a músicos de aquellos. No podía haber mayor motivación para entrar en aquella música.

En 1973 encabezó el experimento Irakere. ¿Por qué se le considera un pilar de la música moderna latina?

Cuando hicimos ese trabajo no fue con la intención de que algo iba a pasar. Presentábamos simplemente ideas que yo tenía de cómo modernizar y dar un sonido diferente a la música tradicional cubana de baile y sobre todo a la música de conciertos de jazz afro cubano. Compuse dos temas que son las dos banderas. La bailable, “Bacalao con Pan”, que todavía está de moda y creó lo que hoy se llama la timba cubana. Y«la “Misa Negra”, que es la obra de jazz afro cubano más importante y que más influyó en los cambios de la segunda mitad del siglo XX.

¿Su manera de identificarse como pianista, y en general en el jazz latino, es tocar con el sentido rítmico de la percusión?

Ya que tenemos la suerte de tener las raíces rítmicas africanas y españolas usamos esa fuerza. Papá lo demostró con Cigala cuando ligó el flamenco con el son cubano e hicieron “Lágrimas negras”.

Un fabricante japonés diseñó unos pianos con su nombre. ¿Qué es la marca Chucho Valdés?

Me pidieron opiniones de cómo yo quería o me gustaría que sonara un instrumento que fuera especial para tocar jazz afro cubano y, efectivamente, en Japón salieron como ocho pianos marca Chucho Valdés.

Pero ha dicho siempre que sin la base de Bach, Mozart o Chopin es difícil tener una técnica que permita tocar libremente.

Hay dos cosas importantes al piano: la técnica para tener la libertad mecánica o digital y la imaginación. Si escojo, te regalo la técnica y me quedo con la imaginación. Con ambas, surge el genio: Keith Jarret, Oscar Peterson, Herbie Hancock, por supuesto Tete Montoliu y todos esos monstruos que poseían ambas condiciones para hacer jazz.

¿Le ha venido bien descansar de giras a costa del covid o ha sufrido por no poder dar conciertos?

Nunca había estado tanto tiempo encerrado en mi casa, pero le busqué la parte positiva. Compuse y terminé una obra que voy a estrenar ahora para mi cumpleaños, la suite para orquesta en cuatro movimientos “La creación”, con la que quiero que el mundo sepa cuál es nuestra identidad. Traté de sacar provecho de la situación: practiqué mucho piano, leí muchas cosas, organicé mi casa por primera vez y ahora sé por fin dónde están mis libros y mis cosas.

Tocó en «streaming» con miles de espectadores virtuales. Tras una vida interactuando con la audiencia, debe ser raro tactuar para la gente sin verla.

Es la sensación más rara que he sentido en mi vida desde que soy músico: tocar en público, pero sin la participación de la gente que te mira. Te sientes solo. Como un partido de campeonato mundial de fútbol sin que nadie diga ¡gooool! Uno lo puede hacer, tocar sin aplausos, pero no es igual.

Combina conciertos a solo piano con los del cuarteto. En Donostia estará con grupo. ¿Qué dominará el repertorio?

Estamos de vuelta para dar ritmo y alegría e intentar olvidar lo que ha ocurrido. Voy a tirar de todo lo mejor, de discos que ganaron un Grammy, y también composiciones nuevas. Por ejemplo, tengo una obra que estreno que se llama “Mozart a la cubana”.

¿Danzón a lo Mozart?

Así es. Muy rítmico y simpatiquísimo. Hasta se puede bailar.

¿No se le echará encima por blasfemo algún pureta de lo clásico?

Mira, lo primero que yo hice fue mirar al cielo y pedirle permiso a Mozart. Me lo dio, así que los demás que se callen.

Se confiesa admirador de Brad Mehldau, que está en el Jazzaldia junto a pianistas como Kenny Barron, su paisano Gonzalo Rubalcaba, Chano Domínguez, Iñaki Salvador, Franco D’Andrea… Faltará Chick Corea.

Qué grandes pianistas todos, sí. Tuve la suerte de a final de 2019 tocar con Chick en el Lincoln Center. Estará con nosotros, en el recuerdo, porque le estoy dedicando una versión de su composición “Armando’s Rhumba” que ha quedado muy muy buena.

¿Su último hijo, de 14 años, escucha jazz o le ha salido respondón?

Voy a decirte que Julián escucha mucho a Stevie Wonder, le encanta. Le encantan Chick, Herbie… Y también el reguetón. Mira que eso es un poco traición, pero a mí en mi época me gustaba Bud Powell y a la vez bailaba las canciones de Elvis Presley. Es lo mismo.

¿El reguetón y el trap están esquinando a la salsa y el jazz en el mundo musical latino?

Es otro mundo muy diferente, otra cosa, algo de generaciones muy jóvenes. Ese ritmo con el que ellos se mueven no es mi música, claro, y quizás sean músicas demasiado parecidas entre sí, más máquina, electrónico. Pero las cosas van cambiando con las generaciones y así es.

Cumplirá 80 años en octubre y sigue en la brecha. ¿En Cuba tienen una energía especial para aguantar?

Pues parece que sí. Yo, ahora mismo, a partir de que en otoño cumpla ochenta entro en mi segunda adolescencia, la segunda parte de mi juventud. A partir de ese día me irán saliendo los pelitos de la barba y esas cosas. Ya me he comprado una máquina de afeitar para el bigote.