Daniel GALVALIZI
Periodista
CRISIS POLÍTICA EN ARGENTINA

El kirchnerismo eclosiona y la oposición define si gira al centro o a la derecha

Los resultados adversos de las primarias han llevado a un duro enfrentamiento entre el presidente, Alberto Fernández, y la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, tras la renuncia de varios ministros para exigir un cambio de rumbo. En tanto, la oposición tampoco lo tiene fácil: acecha una derecha ultraliberal que empuja el debate a los extremos.

Algo habremos hecho mal», dijo Alberto Fernández en la noche electoral. Los magros resultados en las primarias legislativas lo sorprendían. A él y a sus aliados, el variopinto de ramificaciones peronistas que se aliaron en 2019 para echar a Mauricio Macri. Las encuestas no pronosticaban un descalabro tan grande, especialmente en la provincia de Buenos Aires, bastión electoral del peronismo. Allí, hace solo 22 meses lograron una ventaja de 18 puntos por sobre la coalición opositora Juntos por el Cambio. Ahora quedaron un 5% por debajo.

De las 24 provincias argentinas, el Gobierno sólo ganó en siete. De repetirse los resultados en las generales de noviembre, el peronismo perdería tres escaños, Juntos por el Cambio ganaría uno y otras fuerzas opositoras minoritarias (desde el trotskismo hasta el ultraliberalismo) ganarían seis. También perdería la mayoría en el Senado. Pero el sistema argentino da un respiro al Ejecutivo: a diferencia del estadounidense, las parlamentarias de mitad de mandato sólo renuevan la mitad del Congreso y un tercio del Senado. Es por ello que el descalabro no tendría tanto impacto parlamentario.

Pero sí entra en cuestión la sustentabilidad de la alianza gobernante, hilvanada por Fernández en 2019, que unía al kirchnerismo, a un peronismo más de centro anclado en Buenos Aires y a un otro más conservador estructurado en los gobernadores provinciales del norte. Los dos últimos tienen reticencias con Cristina Fernández de Kirchner, que es la única dirigente que mantiene hace una década y media un piso electoral de un cuarto del electorado. Pase lo que pase, su liderazgo en ese sector es inexpugnable.

Las tensiones en el seno de la alianza gobernante estallaron esta semana hasta niveles sorprendentes. Tras algunos avisos indirectos, presentaron la renuncia cinco ministros y otros altos cargos de estructuras importantes (como la Seguridad Social) que responden políticamente a Cristina Fernández. Lo hicieron para exigir una remodelación del consejo de ministros que el presidente rechazaba.

«He oído a mi pueblo. La altisonancia y la prepotencia no anidan en mí. La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido. Lo haré llamando siempre al encuentro entre los argentinos», dijo el presidente en su cuenta de Twitter, respondiendo al órdago. El subtexto era recordar que podría haber otra lideresa pero que el jefe del Ejecutivo era él.

Como si fuera un culebrón con entregas por capítulos, el jueves la tensión llegó al máximo con la última novedad: la vicepresidenta subió la apuesta y publicó una carta en sus redes sociales en la que le reclamaba a Fernández que modifique su gabinete, que «honre» el voto de la gente, y criticaba la política económica y acusaba a algunos altos cargos de actuar en su contra.

También apuntó, sin nombrarlo, al jefe de gabinete, Santiago Cafiero, cuyo reemplazo quiere el kirchnerismo. Según el sistema argentino, el jefe de gabinete es una especie de primer ministro, la mayor autoridad tras el presidente y con muchas prerrogativas. Cambiarlo suele ser cambiar el rumbo del Gobierno. Según las últimas filtraciones de la Casa Rosada, Cafiero seguiría en su puesto, pero este fin de semana podrían comunicarse nuevas designaciones, aunque los tiempos podrían acelerarse.

El kirchnerismo viene expresando en forma sutil su oposición a la política del ministro de Economía, Martín Guzman, que busca un reordenamiento macroeconómico que contenga la inflación (3% mensual) y el déficit fiscal (5%).

Pero las tensiones vinieron también por errores no forzados. De hecho, la campaña estuvo marcada por la irritación social provocada la fotografía de la violación del confinamiento por parte de Fernández y su esposa, quien celebró su cumpleaños con una veintena de personas en medio de la cuarentena estricta, en julio de 2020, cuando no se permitían ni los velatorios.

La dicotomía opositora. Juntos por el Cambio, nueva marca de Cambiemos, mantiene contra todos los pronósticos la alianza de tres partidos (la centroderecha de PRO, el partido de Mauricio Macri, y los socialdemócratas de UCR y Coalición Cívica) y se vio reforzada en las primarias, aunque permanece por debajo de sus mejores registros de 2015.

La coalición opositora tiene un nuevo rival: la derecha ultraliberal, autodenominada «libertaria», que ha surgido con fuerza sobre todo en los dos distritos que más escaños reparten: la provincia y la ciudad de Buenos Aires. Allí, el frente La Libertad Avanza obtuvo 5% y 13% de los votos ,respectivamente, gracias a electores desencantados por la moderación de Juntos y por hartazgo con el peronismo estatista.

Juntos vive una puja entre los halcones –liderados por Macri–, que proponen girar a la derecha y a posturas más antiestatales, y las palomas –liderados por el alcalde porteño, Horacio Rodriguez Larreta–, que quieren virar al centro. Por ahora los segundos son mayoría y quieren evitar las tentaciones de ir hacia un thatcherismo rioplatense que espantaría a la clase media progresista no peronista, sin la cual jamás podrán volver a la Casa Rosada.

De la resolución de esta tensión ideológica vendrá un desenlace principal: quién liderará la papeleta presidencial de Juntos. Larreta gana las apuestas por ahora, pero los halcones y un Macri, que se niega a hacerse a un lado, prometen dar la batalla.