Víctor ESQUIROL

CLAUDIA LLOSA Y SAMANTA SCHWEBLIN AL RESCATE

INCLUSO EN LAS JORNADAS FESTIVALERAS MÁS FATÍDICAS SE PUEDE LOGRAR UN BALANCE POSITIVO GRACIAS A UNA SOLA PELÍCULA. LA PERUANA CLAUDIA LLOSA, JUNTO A LA PODEROSA PROSA DE SAMANTA SCHWEBLIN, LOGRA REENCONTRARSE CON SU MEJOR CINE EN «DISTANCIA DE RESCATE», UN CUENTO QUE EXPLORA LOS MIEDOS DE LA MATERNIDAD.

Un festival de cine es, nos guste o no, una carrera de fondo. Un largo (a veces larguísimo) trayecto en el que el cansancio juega un papel determinante. Esto es un problema sobre todo para los cuatro enfermos que decidimos vivirlos de principio a fin. Hay que tener esto en cuenta: a partir del quinto día viendo películas y escribiendo sobre ellas, es fácil perder la perspectiva, la compostura, la pasión.

Digo esto porque la 69ª edición de Zinemaldia ya ha entrado en ese punto de no-retorno en el que algunos sentimos que las películas tienen que poner de su parte; a ser posible, tienen que empujarnos para que podamos seguir el –demencial– ritmo festivalero. Pues bien, en tan delicada tesitura, la Sección Oficial ha decidido empezar a fallar. Lo ha hecho, esto sí, con gusto por el riesgo; apostando por propuestas que difícilmente podían dejarnos indiferentes. Es siempre preferible caer así: por el hecho de jugársela, no por ser demasiado conservador.

En cualquier caso, la jornada nos da dos bofetadas. La primera corre a cargo de Claire Simon y la segunda, de Alina Grigore. Por partes: “Vous ne désirez que moi (I Want to Talk About Duras)” es una propuesta muy atractiva en el plano teórico, pero no tanto en una pantalla colapsada por las capas, realidades, tonos y formatos conjugados por una cineasta a la que le gusta fundir la ficción con la realidad. Se trata de la dramatización de una entrevista en la que Yann Andréa diseccionó su enfermiza relación con Marguerite Duras; un material apasionante que se satura al ritmo de los 24 fotogramas por segundo al que obliga el cine.

Por desgracia, la rumana “Blue Moon” no mejora el panorama. Ahora, la debutante Alina Grigore decide tomarla con la barbarie de un mundo rural empeñado en destruir a todas las mujeres que se atrevan a vivir en él. Intenciones nobles desvirtuadas con un desquiciado (e irritante) aparato narrativo, que nos dibuja un cosmos hostil, en el que nada parece tener sentido; en el que todo conspira para golpearnos con otra bronca, otra perreta, otro plato roto... un caos insufrible.

Por suerte, a última hora llega Claudia Llosa. Quien en 2009 se coronara en Berlín gracias a “La teta asustada”, se reencuentra con su mejor nivel en “Distancia de rescate”. Se trata de una relato de terror a partir de una novela de Samanta Schweblin; una fábula que, adentrándose en los miedos de la maternidad, explora la manera en que nos relacionamos con el mundo. Aquí tenemos a brujas, a niños angelicales que se convierten en seres monstruosos, a espíritus que se parten en distintos cuerpos... pero, sobre todo, tenemos la presencia de un Mal que corrompe la tierra. Un caldo de cultivo ideal para que Llosa vuelva a invocar esas fuerzas telúricas, motor espiritual de ese cine en el que lo folclórico nos lleva a lo universal.