Josu MONTERO
Escritor

Límites

El “Ulises” de Joyce, “Trilce” de Vallejo, cuatro de los siete volúmenes de “En busca del tiempo perdido” de Proust, “La conciencia de Zeno” de Svevo, “El castillo” y “El proceso” de Kafka, “Luces de bohemia” de Valle, “Manhattan Transfer” de Dos Passos, “La señora Daloway” de Woolf, el “Tractatus logico-philosophicus” de Wittgenstein, “La montaña mágica” de Mann, “Las aventuras del valeroso soldado Svejk” de Hasek, “La tierra baldía” de Eliot, “Los mutilados” de Ungar, “El gran Gatsby” de Scott Fitzgerald o “Seis personajes en busca de autor” de Pirandello son solo un puñado de los libros publicados en los primerísimos años de la década de los 20, del siglo pasado, claro; obras audaces, exigentes, inmersas en el mundo pero también preocupadas por el lenguaje, y es que esos escritores sabían bien que ambas cosas son indefectiblemente inseparables. Septiembre trae de la mano múltiples novedades editoriales –no solo esas con las que nos bombardean en los medios–, pero es más que probable que las obras maestras citadas no encontraran hoy editor y, si por azar lo hallasen, no tendrían lectores con la voracidad y la dentadura necesarias para hincarles el diente con placer, acostumbrados como estamos a la papillita insustancial e hiperpublicitada. Y lo malo es que como escribió Wittgenstein en esa enmienda a la totalidad de la filosofía que es su “Tractatus” –editado ahora hace un siglo–: «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo». Por eso es que debemos habitar en este mundo tan estrechito y virtual.