Raimundo Fitero
DE REOJO

Vulcano

Hijo de Júpiter y de Juno y esposo de Venus, el dios Vulcano aprendió a dominar el fuego y a forjar el hierro para hacer armaduras y espadas para otros dioses y héroes. ¿Dónde estará Vulcano estos días? No se le ha visto en ninguna tertulia televisiva ni radiofónica. Han salido cientos de expertos, biólogos o vulcanólogos desde la tarde del domingo cuando la isla de La Palma quedó abierta con una larga herida por la que se vierte magma.

Es un espectáculo. Y así se está ofreciendo. En las primeras horas en TVE un biólogo parecía estar en excitación orgásmica narrando lo que veía, lo que podía suceder. Utilizaba un lenguaje apasionado, olvidando que, además, esa esplendorosa muestra de la capacidad de la Naturaleza para hacerse sitio no estuviera destruyendo haciendas, viviendas y, que, de momento, no hubiera que contabilizar ninguna desgracia personal. Se comprende que no es lo mismo estudiar en la universidad, en un laboratorio, con los mejores programas y algoritmos estos fenómenos, que verlos, que poder medirlos in situ. Y es lo que está sucediendo.

Hay una loa a la ciencia, unas declaraciones de los responsables políticos alabando las predicciones de los científicos situando en el mapa el lugar dónde podía suceder esta erupción e indicando el camino que seguirá la colada en su descenso de destrucción. Exageran. Los propios científicos, los que saben, los que han estudiado, relativizan todo. Esperan, contemplan, analizan, toman decisiones según las circunstancias sobrevenidas.

Es un espectáculo de la desolación. Los medios de información se han volcado en ello. Es un fenómeno que se repite cada equis años, pero que cuando sucede es realmente sobrecogedor. Y ahora hay cámaras, drones, recursos técnicos para que la narración audiovisual sea atractiva y nos cautive. Vulcano.