EDITORIALA
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La apuesta represiva contra Catalunya no cesa

El Tribunal de Apelación de Sassari en Cerdeña decidió ayer dejar en libertad a Carles Puigdemont sin medidas cautelares, aunque no podrá abandonar la isla hasta que se decida sobre su situación. Puigdemont fue detenido el jueves a su llegada a Alger, a donde viajaba en calidad de eurodiputado, en virtud de una orden de busca y captura emitida por el Tribunal Supremo español que, de acuerdo con la resolución del pasado mes de julio del Tribunal de Justicia de la UE, debería estar en suspenso ya que ese fue, precisamente, uno de los argumentos que utilizó ese tribunal europeo para retirarle la inmunidad, que no había riesgo de que le detuvieran.

Es difícil saber cómo terminará este nuevo lío judicial que ha montado la judicatura española para encarcelar y extraditar a Carles Puigdemont, pero da la impresión de que esta vez los jueces españoles también han engañado a sus homólogos europeos. Una treta que tal vez les permita lograr su ansiado objetivo, pero que, en cualquier caso, tendrá graves consecuencias para su ya deteriorada imagen profesional. Además, semejante empecinamiento no hace sino subrayar en el exterior el carácter político de la persecución contra Puigdemont y por extensión, del conflicto entre Catalunya y el Estado. En ese sentido, tampoco parece casual el momento en el que se ha producido la detención: justo cuando se acaba de reactivar la mesa de negociación entre el Ejecutivo de Sánchez y la Generalitat de Catalunya. Nadie ha puesto en cuestión la continuidad de la mesa, pero lo cierto es que este tipo de actuaciones represivas no facilitan el ambiente para el desarrollo de conversaciones que acerquen a las partes una solución negociada y democrática.

El Estado español sigue apostando por la represión como vía para terminar con los proyectos independentistas. Un intento vano que solo provoca dolor y violencia, y que vuelve a certificar el carácter profundamente antidemocrático del régimen español.