Raimundo Fitero
DE REOJO

Reputación

Se acerca el centenario de una de esas personas que ocupan un lugar preminente en los altares de la civilización más libertaria. Georges Brassens escribió aquello que muchos quisimos escribir, nos colocó el punto de mira allá donde se debe entender uno consigo mismo. Para algunas generaciones de ciudadanos que alguna vez pensamos que era posible la revolución, un concepto nebuloso, donde la libertad se conjugaba en singular o en primera persona del plural, dependiendo de las coyunturas más presionantes, muchas de sus canciones forman parte de un manifiesto secreto porque es de esos pocos poetas que musicaban sus historias aparentemente pequeñas y a caballo de sus principios se convertían en guías filosóficas más allá del mercado, de lo circunstancial, pero que formaban comunidad más allá de idiomas y clases.

Junto a Jaques Brel, Leo Ferré, unas pocas canciones con espíritu de himnos, los cantautores de cercanía, los tangos y las coplas que se escuchaban por los patios de vecindad, uno va conformando no solamente una memoria sentimental, sino una idea del mundo que ayuda a tomar posición ante los hechos. Y no hace falta ser muy poroso, ni tener una capacidad subjetiva exagerada, para dejarse abrazar por las ideas anarquistas o libertarias escuchando algunas de esas canciones donde se pone en cuestionamiento todo el entramado social que nos va conduciendo como ganado a los mataderos ideológicos sin remisión.

La mala reputación debería ser un objetivo desde la cuna a la urna de las cenizas. No seguir al abanderado de manera acrítica. Lo contrario nos lleva a estos oasis y esos jueces. A confundir la libertad con el consumo. A veces los ácratas provocan cortocircuitos, pero es una obviedad plana de lucidez señalar que una bandera, aunque sea negra, es una bandera.