Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Quién lo impide»

La generación que también sabía reir, llorar y besar

Un proyecto que llega en un momento y tiempo oportuno en el que los adolescentes han sido señalados de manera implacable desde los ámbitos políticos y sociales. A través de la muy juguetona cámara de Jonás Trueba, la pantalla se transforma en un crisol de miradas, gestos, saltos y palabras a través de los cuales descubrimos una visión caleidoscópica de un grupo nutrido de jóvenes que aportan de manera muy diversas sus testimonios en torno a la sociedad, el amor, la política y todo tipo de cuestiones.

Vamos, que lejos de ser entes peligrosos que tan solo eluden sus responsabilidades, los adolescentes también tienen tiempo para sentir, gritar, correr, cantar, llorar y demás cuestiones características del índole humano.

“Quién lo impide” es un chasquido de látigo generacional donde, a través de los tres bloques en los que se divide, asistimos a los testimonios de una generación que, ante cámara y micrófonos, se reinventa y reactiva así misma en un proyecto experimental en el que asistimos a las peripecias vitales y emocionales de un grupo de chavales que jamás eluden su compromiso de vivir y sentir.

La pandemia dicta el inicio y final de la película y, en su recorrido entre el documental y la ficción, capta con meridiana precisión secuencias en las que los adolescentes ejercen de adolescentes, algo tan retórico y natural como se requiere en estos tiempos de artificio.

Trueba domina a la perfección todo el complejo entramado que se intuye en la tramoya de un proyecto rupturista con los formalismos habituales y retrata a lo largo de sus tres horas y media las interioridades cambiantes de sus protagonistas en un plazo de cinco años.

Secuencias como el vibrante viaje de estudios que protagonizan a Granada captan con precisión la luminosidad que siempre se intuye en quienes anhelan ser siempre libres.