EDITORIALA

Aniversario marcado por la crisis constitucional

La Constitución española y el régimen del 78 que emana de ella están sumidos en una crisis profunda, hasta el punto de que la necesidad de reformarla forma parte ya del debate político en el Estado español. Esa crisis tiene dos vertientes principales. Una relacionada con el modelo político y económico que refrendó y que ha servido básicamente para que las élites de los partidos controlen todos los resortes del poder y para que las élites económicas se beneficien de un modelo parasitario de extracción de rentas. La ausencia de mecanismos de control democrático real ha permitido una expansión de la corrupción desde la jefatura del Estado y a lo largo de todas la jerarquía de poder. Las investigaciones judiciales en relación con las actividades de Juan Carlos I resumen perfectamente el carácter corrupto, explotador y parasitario del modelo vigente.

Pero la Constitución española tiene otra importante tara relacionada con su incapacidad para dar cabida a las naciones sin Estado. La limitada descentralización administrativa que supuso el llamado Estado de las Autonomías ha sufrido una autentica involución. Además, a medida que las demandas de soberanía de los pueblos crecían se han multiplicado las maniobras recentralizadoras amparadas por esa Constitución. Asimismo, se ha utilizado esa arquitectura constitucional para impedir que se diera cauce a la voluntad democrática de los pueblos del Estado y para criminalizar y reprimir cualquier ejercicio democrático que persiguiera ese objetivo. Esta instrumentalización de la norma fundamental no ha hecho sino ahondar su crisis. No conviene olvidar, la creciente falta de legitimidad que adolece una norma que apenas el 10% de la población actual de Hego Euskal Herria aprobó en su día.

En el Estado ya se perfila la pugna entre el palo –recentralización e involución democrática– y la zanahoria –una operación de maquillaje para que todo siga igual–. En ese contexto, las fuerzas que firmaron la declaración de Llotja son las únicas que apuestan por una democratización que rompa definitivamente con el actual modelo depredador.