Arturo Puente
Periodista
JOPUNTUA

El marketing de la victoria

A principios de la década pasada la Plataforma de Afectados por la Hipoteca revolucionó las prácticas y tácticas de los movimientos sociales. Los cambios fueron muchos y de tipologías muy diversas. Pero una de las cosas donde ha dejado una huella más profunda es en la comunicación política de los movimientos sociales. La PAH de Ada Colau se centró mucho en enfocar las victorias, las conquistas pequeñas o grandes, siempre con la intención de demostrar su ya famosísimo «sí se puede».

La PAH fue una escuela de muchas cosas que vinieron después. Las izquierdas le deben mucho a sus prácticas, su enfoque sobre la vivienda, su discurso antidogmático. Aquel marketing de la victoria constante también ha trascendido a la PAH pero, a diferencia de todo lo anterior, en este caso es dudoso decir que haya sido una buena idea. Hoy la mayoría de movimientos políticos herederos de la PAH siguen anclados en una necesidad constante de exhibir triunfos y solo saben avanzar a base de batallas ganadas. Las ganen o no.

El resultado de esto es en muchos casos la idealización de las conquistas pequeñas y la tendencia a no reconocer derrotas, ni siquiera parciales. Es difícil ver a partidos de izquierdas en el Gobierno reconociendo su incapacidad de ir más allá en asuntos de calado. Allí queda la Ley de Vivienda, que solo puede calificarse de oportunidad perdida, o la descafeinadísima reforma laboral. Y podrían encontrarse ejemplos similares en la Generalitat de ERC o en ayuntamientos gobernados por la izquierda.

La moral de victoria puede ser muy positiva y, mientras ayude a tirar para adelante, bienvenida sea. Pero es demasiado arriesgado no reconocer que a veces es paralizante y que en demasiadas ocasiones solo sirve para hacerse trampas al solitario. Los falsos diagnósticos confunden y, lo que es peor, desmovilizan. El triunfalismo vacío puede servir para ganar las elecciones pero es más complicado que sirva para ganar avances sociales y últimamente demasiadas veces los fuegos artificiales de la izquierda son una coartada para el conformismo y la falta de ambición.