Martxelo DÍAZ
TESTIMONIO

«Siti», memoria histórica de 1936 en Iratxe y Lizarraldea

Jesús Araiz, conocido como «Siti», está a punto de cumplir 93 años. En su memoria sigue grabado lo sucedido en 1936 y después. Estos hechos marcaron profundamente al que entonces era apenas un chiquillo y vivía en Iratxe, cerca de Lizarra, donde se levantó un campo de prisioneros ocupando las instalaciones del monasterio.

Jesús Araiz, «Siti», sonriente en Lizarra.
Jesús Araiz, «Siti», sonriente en Lizarra. (Iñigo URIZ FOKU)

A Jesús Araiz le conocen en Lizarra como «Siti». Nacido en 1929 está a punto de cumplir 93 años. Pasó sus primeros años en Iratxe, donde su padre, Ramón, era el administrador de la finca de Ángel Larrainzar. Vivió la guerra de 1936 con apenas siete u ocho años, pero mantiene vivísimos los recuerdos de esa época.

Guarda en la memoria, por ejemplo, cómo hicieron la primera comunión en abril de 1937 y una semana después llegó a Iratxe el general Juan Yagüe, conocido como «el carnicero de Badajoz» por su papel en la represión fascista en la ciudad extremeña, amigo del dueño de la finca, con quien compartió estudios en Burgos. A los que habían hecho la comunión les dijeron que guardaran los trajes para recibir al general. «Alguno los habría alquilado», recuerda. «Nos dio un beso en la frente. Llevaba más medallas que el copón. Olía mucho a tabaco».

En su estancia en Iratxe, Yagüe comió en casa de Larrainzar. El padre de Siti estaba también invitado como administrador de la finca, pero rechazó el convite. Todavía recuerda que el 18 de julio de 1936 le dispararon nueve tiros. Estaba trabajando en unas parcelas donde ahora está el hotel. Al lado se encontraba un carlista, Félix García, segando. De repente llegó un camión desde Los Arcos y empezaron a tiros contra el padre de Siti, que se refugió detrás de una loma. El carlista les hizo parar. «Como llevaba boina colorada le hicieron caso», señala. El conductor del camión y su ayudante eran falangistas y los que iban en el camión carlistas. «No se podían ni ver», subraya. El padre de Siti salvó la vida.

Ese mismo día, por la noche, Trifón Larumbe, también carlista y que ejercía de alcalde de Aiegi tras el golpe fascista, convocó una reunión en una sala del Ayuntamiento. «Algunos decían ‘es que Ramón ha levantado el puño’ o ‘ha gritado ¡Viva la República!’. Aunque mi padre no era de ningún partido. Lo que era es nacionalista», explica Siti. La intervención del carlista que le había salvado por la mañana, Félix García, fue de nuevo fundamental para salvar la vida.

fusilamientos

El carlista tenía diez hijos. «Dos de los mayores fueron de lo más sanguinario que ha habido en Navarra. Especialmente el que se llamaba Jaime, en la zona de Lodosa y Sartaguda». Siti se enteró años después, cuando acompañaba al equipo de fútbol de Aiegi en los desplazamientos por los pueblos de la zona. «Éramos chavales e íbamos a guardarles la ropa, porque entonces no había ni caseta ni nada. Ponían dos porterías, marcaban el campo con cal y listo», recuerda.

En uno de esos viajes, en Lodosa, le preguntaron a dos de los hermanos García, que jugaban a fútbol, si eran familia de Jaime. Le contestaron que sí. «Vuestra madre será una santa, pero Jaime es el hijo de puta más grande que ha habido. Ese mató a mi padre», les contestó el lodosano.

Siti cuenta que de una manera similar se enteraron de que otro vecino de Aiegi mató a un chaval también en Lodosa. Según el libro ‘Navarra, de la esperanza al terror 1936’, en Lodosa los fusilados por el franquismo fueron 133. «Y eso que en Navarra no hubo frente de guerra», insiste una y otra vez Siti.

La conversación que mantenemos en el bar Ametsa de Lizarra continúa con Siti relatando sin parar una y mil anécdotas. «Podríamos estar 70 horas hablando y todavía nos dejaríamos muchas cosas», enfatiza.

Una de esas «cosas» es que vio cómo mataron a palos a un preso que estaba en el monasterio de Iratxe, empleado como prisión. Siti y su familia vivían al lado. A otro lo mataron a tiros. Explica cómo le engañaron para que iniciase una fuga por el cementerio de San Pedro. «Nada más salir por la puerta le acribillaron a tiros», cuenta.«Les ponían a los prisioneros unos troncos y les hacían ir a la puerta de mi casa. Y allí les hacían gritar ‘¡Franco! ¡Franco! ¡Franco! ¡Arriba España! ¡Viva Cristo Rey!’. Y ahí les hostiaban. Mi padre no podía ver eso. Mi padre lo pasó mal. Todos lo pasamos mal», relata.

«Pocas veces había escuela durante la guerra, porque estaban todos en el frente. Nos daba escuela Trifón, el que se había hecho alcalde de Aiegi, que de paso también se hizo maestro. Lo único que nos enseñaba era el Catecismo, a pesar de que él tampoco lo sabía», cuenta.