EDITORIALA

El aborto, otra víctima de la regresión conservadora

El Tribunal Supremo de EEUU anuló ayer por seis votos a tres el derecho constitucional al aborto que estaba vigente desde 1973. Una vez desaparecida la protección federal es ahora cada estado el que decidirá si lo prohibe o no. En principio, se calcula que la mitad de ellos sería favorable a la derogación. La sentencia calca lo anticipado por la filtración de un borrador a principios de mayo y supone un retroceso histórico en la defensa de los derechos reproductivos de las mujeres. El fallo muestra, además, el afán del patriarcado por mantener a toda costa el control sobre el cuerpo de las mujeres; no tiene nada que ver con el derecho a la vida, es una cuestión de poder. La derogación del derecho al aborto es asimismo un ataque dirigido principalmente contra las mujeres más pobres, que son las que más sufrirán las consecuencias de una legislación restrictiva: la falta de medios les impedirá trasladarse a aquellos lugares en los que el aborto no esté prohibido, lo que hará que muchas opten por alternativas mucho menos seguras para la salud.

Otro aspecto importante de esta sentencia es que marca un precedente que amenaza otros derechos civiles como el derecho a la contracepción o el matrimonio entre personas del mismo sexo; e incluso otras normas relacionadas, por ejemplo, con el medio ambiente, otra de las bestias negras de los conservadores y del lobby del petróleo. Esta resolución es el primer resultado de la estrategia de la derecha norteamericana para modificar en los juzgados las normas legales que no pueden cambiar en el legislativo. Comenzó durante el mandato Obama, cuando los conservadores decidieron bloquear el nombramiento de jueces en toda la estructura judicial que, posteriormente, sí fueron designados por Trump. De este modo han logrado inclinar a su favor la judicatura.

Este tipo de guerra jurídica o lawfare no es un fenómeno privativo de los conservadores norteamericanos, sino que está siendo copiado por la derecha en todo el mundo -en el Estado español sobran los ejemplos-. Una estrategia que busca desnaturalizar la democracia y afianzar el poder de una minoría conservadora muy poderosa, pero minoría.