Maitane ALDANONDO
BILBO
Elkarrizketa
Idoia postigo
Autora de “Guía imprescindible para emprendedoras. Un enfoque desde el coaching”

«El emprendimiento no es una aventura para todo el mundo, no debe serlo»

Licenciada en Ciencias Políticas y coach acreditada, Idoia Postigo (Barakaldo, 1970) es la directora general de la Asociación Bilbao Metropoli 30. La entidad coordina el programa de emprendimiento ANDREkintzailea, donde ha acompañado a muchas mujeres emprendedoras, experiencia que le ha servido de base para escribir este manual práctico.

(Maitane ALDANONDO)
En su trabajo de tú a tú con las emprendedoras detectó que había problemáticas que parecían distintas, pero en el fondo tenían un mismo componente. ¿Cuál?

Hay un hilo conductor que tiene que ver con que las mujeres muchas veces llegan al emprendimiento no por vocación sino por necesidad; mientras que los hombres mayoritariamente emprenden porque creen que pueden hacer una aportación de valor al planeta y, además, quieren ganar dinero. Me he encontrado mujeres que como trabajadoras por cuenta ajena vendían productos, servicios o proyectos sin pestañear, pero tienen un montón de problemas para vender su producto. ¿Por qué? Porque hay una simbiosis muy importante entre tu proyecto y tú, es muy fácil equiparar tu empresa a ti. Una negativa daña tu autoestima porque te estás vendiendo a ti misma. O separas eso o te entra miedo escénico.

Les cuesta más vender.

Les cuesta mucho. Ahí surgen un montón de cosas curiosas. Hay gente que procrastina, que dice: «No puedo salir a vender porque primero tengo que preparar no sé qué». Se quedan estancadas y no llegan a vender, y si no venden, la empresa no sale adelante. Realmente lo que está pasando no es que no tiene tiempo, es que no quiere encontrar tiempo para vender, porque le aterra. En el coaching hacemos de espejo para que se den cuenta de que están evitándolo; ése es el primer paso para la solución.

¿Qué papel juegan los estereotipos en eso?
Hay un conflicto. Los atributos para emprender son totalmente opuestos a los que mandan los estereotipos de género: no agresividad, no prepotencia, amabilidad, armonía… ¿Qué hay que hacer para vender? El prototipo típico es un hombre joven, un poco agresivo incluso, que pone el pie en la puerta para que no cierres, que te vende aunque tú no quieras… Cuando una mujer emprende no se identifica con esa imagen. Hay un dilema que a muchas mujeres les afecta de una manera u otra, y sale. En muchos casos los estereotipos de género tampoco les hace ningún favor a los hombres. Un hombre que se queda en paro sufre muchísimo, a veces creo que más que las mujeres, porque siente la responsabilidad de tener que proveer.
Curiosamente las mujeres emprendedoras suelen estar más preparadas, pero no les parece suficiente.
Me viene a la cabeza dos síndromes que les pasa más a las mujeres que a los hombres. Uno, el de la eterna aprendiz. A nivel formal están ampliamente formadas, pero sienten que no es suficiente. Hay veces que los hombres con capacidades menos desarrolladas sienten que están más que preparados para afrontar el emprendimiento y que lo que les falta, ya lo aprenderán en el camino. Es autoconfianza: esto es lo que sé, es suficiente, y con esto puedo tirar. Y el otro, el de la impostora. Supone que independientemente de dónde hayas llegado, siempre crees que no te lo mereces. Todo esto junto es un cóctel limitante.
¿Cómo se puede romper con esas limitaciones?

Lo primero darse cuenta de que nadie te está cuestionando. Siempre se puede hacer mejor, se puede aprender más... pero sin que eso frene. Otra cosa en la que se ve es en la búsqueda de financiación. Los hombres suelen ir más confiados, aunque el plan de negocio igual no se sujeta, lo venden con aplomo y quien da el dinero ve seguridad. Y al revés, mujeres con proyectos muy sólidos, muy armados, piden casi como pidiendo permiso. Además, piden menos, lo mínimo imprescindible; y ellos «más vale que sobre». No es una norma, son generalidades, pero no es casualidad.

¿El miedo al fracaso frena más a las mujeres?
Parece que hay una dificultad añadida en el caso de las mujeres, pero es trasversal, creo que se penaliza el fracaso, culturalmente no vemos bien a alguien que haya fracasado, especialmente en el emprendimiento. El emprendimiento no es una aventura para todo el mundo, no debe serlo. Hay veces que en contextos de crisis se anima e incentiva, sobre todo desde las instituciones, entre otras muchas razones porque no hay alternativas, hay que buscar que las personas se auto-empleen. Eso es peligroso, creo que el emprendimiento no es para todo el mundo, porque no es para todas las actitudes, para todos los momentos vitales…