Izaro IZU
ANDRE MARIA ZURIAREN JAIAK

Celedón prende la fiesta en Gasteiz, 1.096 días después

Se acabó la sequía festiva en Gasteiz y ha sido a lo grande, con la Plaza de la Virgen Blanca a reventar una hora antes para recibir a Celedón. Gorka Ortiz de Urbina no ocultó la emoción tras tres años de parón y con la «jubilación» a la vista después de 20 años siendo el personaje principal de las fiestas. Cinco días por delante que se harán cortos.

Celedón abogó por fiestas seguras «para las neskas, para nosotros».
Celedón abogó por fiestas seguras «para las neskas, para nosotros». (Jaizki FONTANEDA FOKU)

Pañuelos, puros y cava, neskas y blusas, pancartas reivindicativas... Alguna que otra mascarilla, cordones policiales, lemas contra la violencia machista... Viejas liturgias y nuevos usos, pero sobre todo una catarsis de emoción acompañó la bajada de Celedón, para abrir las fiestas de La Blanca que se han echado a faltar estos 1.096 días.

Hasta la climatología quiso poner de su parte: frente a los 33 grados que se anunciaban, el termómetro se quedó en 26, mucho más agradables para la multitud que llenó la Plaza de la Virgen Blanca de la capital alavesa desde una hora antes. Aunque los había ya acantonados a la espera de fiestas para las 16.30.

Gorka Ortiz de Urbina abrió la espita festiva con emoción bien justificada, que hasta le provocó apuros a la hora de abrir el paraguas en la balconada. No era para menos tras dos años de ausencia forzada por la pandemia, y además con la retirada a la vista al ser su vigésimo Celedón y haberse comprometido a no superar los 22 de José Luis Isasi, quedándose así en los mismos 21 de Iñaki Landa. Ayer se reafirmó; la próxima será la última.

En el lanzamiento del chupinazo el protagonismo también fue femenino: las deportistas Elena Loyo y Ruth Brito, la hostelera María José Sáez de Cortazar, la comerciante Jaione Prado y la investigadora Arantza Navarro se encargaron del momento, con la misión de representar a todas aquellas quienes luchan «por romper los techos de cristal y un mundo sin desigualdades».

Cordones policiales vigilaban todas las entradas al epicentro festivo, retirando incluso los tapones de las botellas -¡y bidones!- de plástico, en los que viajaban todo tipo de bebidas, además de retirar todos los artilugios de cristal y latas. No impidieron que en el centro de la plaza se ubicaran al menos cinco pancartas por los presos con distintos lemas, otra por el socialismo, una más que reivindicaba independencia, socialismo y feminismo…

La música desde la megafonía fue calentando, más bien caldeando, el ambiente a la espera del aldeano de Zalduondo. Primero, al sonar las campanas, se lanzó a cinco manos el cohete desde la balconada de San Miguel, donde se leía el lema ‘Jaietan jai, errespetatuz’ colocado por el Ayuntamiento. Nada más escucharse el estallido, desde la iglesia, envuelta en humo, comenzó a descender la figura de Celedón, sobre un mar de brazos levantados y entre un barullo que hacía difícil oír a la Banda Municipal de Gasteiz.

Al apoteosis de la llegada a la plaza le sucedió el éxtasis de la aparición en el balcón del Celedón de carne y hueso. El pasillo abierto por Zeledon Elkartea entre miles, ¿decenas de miles?, de personas cumplió su compleja función. Ortiz de Urbina, bajo el paraguas y la ikurriña y la bandera navarra llevadas por uno de los miembros de la comitiva, llegó a la escalinata sin dejar de saltar... ¡y sin perder la txapela! «Cééééledon ha hecho una casa nueva, Cééééééledón, con ventana y balcón...».

El aldeano se recompuso ya en la balconada, colocó los pañuelos a las cinco protagonistas del chupinazo y al alcalde, y se dirigió a la multitud eufórica. Este 4 de agosto de 2022 tenía mensajes especiales que lanzar. «Bueltatu gara!», clamó Celedón, en un grito que venía a soltar toda la rabia por estos dos años de frustración. «Por todos los que no pueden estar aquí este año y por unas fiestas seguras para nuestras neskas, para nosotros», dijo primero. Luego se acordó del Alavés, descendido la pasada temporada: «Volveremos a estar en Primera».

«¡Después de dos años, a disfrutar!», «Gora gu ta gutarrak!», «Venga ya, una que no hemos cantado: Cééééledon...»... Ortiz de Urbina se dejó la voz para rematar el acto, que se había iniciado con anécdota: al aldeano le costó abrir el paraguas, que se había atascado tras el siempre tumultuoso paso por la plaza.