El silencioso efecto contaminante
Cuando ustedes lean estas líneas ya se sabrá si las previsiones propagandísticas de un triunfo arrasador en las elecciones italianas de la extrema derecha se han cumplido o seguimos estando en el limbo, donde todavía quepan aspiraciones para recomponer una alternativa numérica a la muy promocionada Georgia Meloni, genuina representante de una tendencia europea donde se exprimen todos los limones históricos para hacer un zumo amargo, pero excitante pese a intentar camuflar las auténticas intenciones y, en este caso, uno de sus valores es que esta señora no se avino a formar parte del gobierno de supuesta concentración funcionarial de Draghi.Su partido Fratelli d’Italia parece destinado a ganar estas elecciones a través de la figura de esta mujer que estuvo arropando a Vox en las andaluzas, y que va directa a las tripas del electorado más propicio a dejarse llevar de la mano de quien se reclama madre, italiana y católica, tres cuestiones irrelevantes, pero que adquieren consistencia ante una situación general de difícil definición final. Si gana las elecciones y puede gobernar, el rumbo de la historia habrá dado un nuevo giro. Tras décadas, en Suecia los socialdemócratas han tenido menos votos que la derecha sueca más extrema. Y todos esperan a ver el silencioso efecto contaminante de este cambio radical hacia donde va.Los estrategas del programa de extrema derecha bifronte en el PP y Vox buscan apoderarse del testigo para buscar la hegemonía en el bloque. Parafraseando a Carlos Cano sobre Cádiz y La Habana, PP es Vox, con más corruptos; Vox es PP con más vagos.