EDITORIALA

Meloni como síntoma de un mal en expansión

La política italiana, muy a menudo, no se queda en Italia; resuena, influencia y contagia en Europa. Cuna de grandes pensadores de izquierda, de referentes internacionales del anarquismo y del comunismo, con una gran tradición y memoria condensada de lucha partisana, con himnos universales de liberación como la internacionalmente conocida “Bella Ciao” -que paradojicamente quieren prohibir Giorgia Meloni y Matteo Salvini aduciendo que es «propaganda de ultraizquierda»-, Italia ha servido de inspiración en la lucha por la libertad en todos los rincones del mundo. También en sentido contrario, desde posiciones ideológicas antagónicas. Dificilmente podría entenderse el nazismo en Alemania sin la influencia del fascismo de Mussolini, o fenómenos como el de Donald Trump sin el antecedente de Silvio Berlusconi. Italia ha sido, definitivamente, un laboratorio político.

En ese sentido, las elecciones celebradas ayer no son una excepción. El anunciado triunfo de Giorgia Meloni es la confirmación de que la ultraderecha más peligrosa emerge de la sombras, de que los llamados cordones sanitarios que se instalaron en la cultura política desde el final de la II Guerra Mundial han saltado por los aires. Se ha visto en Suecia, donde la ultraderecha es la que pone o quita en la coalición de gobierno. Pero a diferencia de Suecia, Italia sí puede arrastrar a Europa, y con líderes tan peligrosos como Meloni, Salvini o Berlusconi al frente, las señales apuntan en esa dirección.

En un momento en que la atención global está en el este europeo por la guerra de Ucrania, Italia es un recordatorio de la debilidad del sur de Europa. Imponer gobiernos tecnócratas no ha evitado el triunfo de la ultraderecha, amenazar a Italia con cortar el grifo de las ayudas europeas tampoco soluciona el problema. Meloni gana porque la izquierda italiana sigue atomizada, con dinámicas cainitas, sin nada que ofrecer, desconectada de la clase trabajadora. Pero el peligro, en términos históricos, no es que Italia tenga una líder como Meloni, sino que eso abra el camino para que ocurra lo mismo en Alemania. No es Meloni en sí misma. Ella es el síntoma de un virus que se expande por el cuerpo político europeo.