Àlex ROMAGUERA
QUINTO ANIVERSARIO DEL 1-O

La semilla de todas las victorias

Entre el orgullo por lo vivido y la indignación por el actual momento político, miles de personas reivindicaron ayer en Catalunya el referéndum de 2017 como la mejor herramienta para lograr la independencia. Pese a las disputas dentro del soberanismo, las movilizaciones pusieron de manifiesto la importancia del 1-O. Un episodio que representa «la semilla de todas las victorias».

Miles de personas se dieron cita en el Arco de Triunfo de Barcelona con motivo del 1-O.
Miles de personas se dieron cita en el Arco de Triunfo de Barcelona con motivo del 1-O. (Josep LAGO | AFP)

«La mejor manera de reivindicar el 1-O no es convertirlo en un cromo del álbum de la nostalgia, sino en un método de aprendizaje para que la próxima batalla sea la definitiva». Así se expresaba Francesc Ribera, exconcejal de la CUP y conocido cantante, a propósito del referéndum que tuvo lugar en Catalunya en 2017.

La posición de Ribera resume el ambiente en el cual el soberanismo vivió ayer el quinto aniversario de un episodio clave en la historia de Catalunya. Si en algo coinciden todos los actores que participaron en él es que el 1 de octubre fue un ejercicio de empoderamiento y autoafirmación colectiva que marcará un antes y un después en el devenir del pueblo catalán.

De todas formas, el orgullo que supuso para varias generaciones el referéndum también ha ido acompañado estos años por la frustración que provocó la gestión de aquel embate democrático. La promesa de implementar la República Catalana se desvaneció una vez el gobierno Rajoy aplicó el artículo 155 de la Constitución, en virtud del cual destituyó al ejecutivo de la Generalitat -una parte fue encarcelado y la otra continúa en el exilio- y dio pie a unas nuevas elecciones autonómicas.

Pero sobre todo ha invadido de hartazgo la incapacidad de las fuerzas soberanistas de sobreponerse a la represión y, pese a contar con una mayoría absoluta en el hemiciclo y un 52% de apoyo social, no acordar una estrategia para hacer valer la voluntad popular. Cinco años después, el gobierno de ERC y JxCat se ahoga en una crisis de ‘deslealtades’ mutuas que parece no tener fin.

ORGULLO Y DECEPCIÓN

Los actos organizados con motivo del quinto aniversario reflejaron ese doble sentimiento de orgullo y decepción. Así se observó en las concentraciones que tuvieron lugar en poblaciones que padecieron la represión de las fuerzas policiales el 1 de octubre. Y también fue el caso de la acción que realizó la Assamblea Nacional Catalana (ANC) en la plaza de Sant Jaume de Barcelona. Frente al Palau de la Generalitat, un grupo de voluntarios levantaron un muro de 250 urnas para simbolizar, según Dolors Feliu, presidenta de la entidad, «la fuerza del independentismo de base en contraposición al alejamiento de las instituciones con el mandato democrático que salió del referéndum». Como ya hizo en la pasada Diada, Feliu avisó de que si el Govern no materializa la independencia la ANC impulsará una lista cívica en las elecciones de 2025.

Tras esta acción se iniciaba el principal acto conmemorativ, en el cual miles de personas -11.000, según la Guardia Urbana- consiguieron llenar todo el Passeig Lluís Companys de esteladas y banderas negras. El acto, convocado por el Consell de la República, la ANC, Òmnium Cultural, la Cámara de Comercio de Barcelona y la Intersindical-CSC, realzó voces del soberanismo que, con mayor o menor vehemencia, expresan el descontento por la falta de unidad entre los partidos en vistas a articular una apuesta rupturista para alcanzar la independencia.

En este sentido, fueron llamativos los silbidos que recibió Carme Forcadell, expresidenta del Parlament, así como los gritos que pedían la dimisión de Aragonès o los que acusaban a ERC, JxCat y la CUP de haber traicionado el espíritu del 1 de octubre.

El acto, que tuvo de invitados a dirigentes de los tres partidos y varios representantes de la sociedad civil, alcanzó su momento álgido cuando los presidentes de la ANC y Òmnium alertaron de que la crisis en la Generalitat pueda hacer perder la ilusión que desató el referéndum. «Llevamos cinco años masticando la amargura de haber desaprovechado una oportunidad», indicó Dolors Feliu, mientras Xavier Antich, de Òmnium, añadía: «El 1 de octubre demostramos que mediante la desobediencia civil tenemos más fuerza que el Estado, de ahí que hemos de recuperar este instrumento y trabajar unidos, puesto que esto va de ganar». La última intervención recayó en Carles Puigdemont, que en un mensaje desde Bélgica levantó una oleada de aplausos al animar a los presentes a persistir. «Avisamos a nuestros ilusos enterradores que nuestra causa no caduca. Esto no ha terminado».