Andoni LUBAKI

Indocumentados en Ucrania: entre el activismo y la pesadilla

Desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania, el estatus legal de cientos y cientos de personas quedó atrapado en los largos pasillos de la burocracia ucraniana. Muchas ciudadanas rusas rompieron el pasaporte en apoyo al pueblo ucraniano, pero otros cientos se quedaron viviendo en una pesadilla que no parece tener fin.

Natalia Kuderska nació en Rusia, ha vivido y vive en Kiev y se siente ucraniana.
Natalia Kuderska nació en Rusia, ha vivido y vive en Kiev y se siente ucraniana. (Andoni LUBAKI)

La vista es hasta bonita, con la niebla tapando a medias un pequeño lago natural y dando una tonalidad grisácea a todo el horizonte. Pero posiblemente es la parte más peligrosa de Kiev en estos momentos. Al otro lado del lago, difuminados por la densa niebla de los primeros días de frío en la capital ucraniana, asoman tres chimeneas. Dos de ellas son de una gran acería, la otra de una central termoeléctrica. Los dos puntos son objetivo de Moscú para dejar a los ciudadanos sin luz o sin posibilidad de fundir el hoy tan preciado metal. Sin embargo desde esta parte de la ventana, Natalia Kuderska, nacida en Rusia hace 59 años, no se siente amenazada.

EN SAMARA

Los pocos recuerdos que Natalia conserva de su infancia y juventud están en una polvorienta maleta que abre muy de vez en cuando. Piensa que a su padre el Gobierno soviético lo mató a trabajar. Murió en la ciudad que vio nacer a Natalia, Samara. Vivió con su madre, ya fallecida, en Kiev.

Su sueño es traer los restos de su padre para que reposen junto a su esposa. Divorciada desde hace casi veinte años jura que así lo hará, aunque tenga problemas, ya que Natalia rompió su pasaporte ruso casi al final de la contienda. «Estaba esperando que me concedieran la nacionalidad, pero la guerra vino y todo se ha ralentizado. Grabé en video como rompía mi pasaporte, lo último que me ataba a mi país de origen. Pero yo me siento ucraniana, me he hecho a mí misma en este país y aquí me quedaré», afirma Natalia.

FAMILIA RUSA

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Dice no tener ningún contacto con la parte de la familia que se quedó en Rusia. Con una prima sí pudo hablar al poco de empezar la invasión, hace ya nueve meses, «pero su información era muy diferente a la que tenía yo. Me dijo que fueron las tropas ucranianas las que entraron el Rusia y atacaron primero, que lo único que ellos han hecho ha sido defenderse. Viven manipulados y no quieren abrir los ojos. Yo no tengo nada que discutir con esta gente. Para mí Rusia se ha terminado», dice mientras enseña el video de cuando rompe su pasaporte. En algún momento piensa tener la ciudadanía ucraniana, aunque ahora, sin papeles que la acrediten como ciudadana rusa, vive en un limbo apátrida. Pero no se retracta: «volvería a hacerlo».

UN CHINO EN KIEV

Yang (nombre ficticio por motivos de seguridad) es un ciudadano chino. Su situación, aunque a priori pueda parecer parecida, es una pesadilla comparada con la de Natalia. «Vine con la promesa de un trabajo en un restaurante, pero a las dos semanas de llegar comenzó la guerra», narra este joven de 28 años de edad.

«Necesitaba un permiso de trabajo. Nueve amigos que vinimos juntos dejamos nuestros pasaportes a un señor de origen chino pero que tenía relaciones en Rusia. El viaje ya fue raro. Nos trajeron por tierra desde Moscú, no en avión, com nos habían prometido. Aquí sí nos dieron alojamiento y todo lo demás. Nadie se quejó del trato, todo fue correcto. Pero poco antes de empezar todo este problema el señor desapareció y no hemos vuelto a saber nada de él», explica.

Yang ha sido el único del grupo contactado a través de internet que ha querido hablar, también el único que sabe inglés, ya que estudió para profesor en la Universidad de Nankai. El encuentro es cerca del barrio donde vive en su único día libre. Es «rider» y transporta bandejas de sushi y comida asiática en una bicicleta eléctrica por la zona. No sabe lo que le harán si la policía le interpela. «Suelo tener miedo a partir de las 21.00, que es cuando llega todo el mundo a casa, por el toque de queda (a las 23.00) y hacen sus pedidos en ese momento. Sé que si me pillan en bicicleta más tarde de esa hora tendré problemas. No sé cuales pero los tendré. Mi pasaporte chino tampoco ayuda, porque mi país secunda a Putin», apunta.

Señala asimismo que, «las condiciones de trabajo son las mismas que pueda tener un local. La APP solo te pide que te registres, un email y te da un número de trabajador. Luego por cada reparto te llevas una comisión y te suma estrellas».

Desde el parque donde se ha citado con NAIZ, Yang explica que lleva sin contactar con su familia desde febrero, cuando comenzó la invasión. Aunque sabían que venía aquí nadie se podía imaginar cómo acabaría esto. Afirma que, aun pobre, preferiría haberse quedado allí; «aquí soy esclavo de todos».

PAPERIK EZ IZATEAREN ARRISKUA GERRAN

Natalia Kuderska Errusian jaio zen 1963. urtean, Samaran hain zuzen. Baina aita hil zenean Kievera joan zen bere amarekin bizitzera. Inbasioa hasi zenean bere pasaporte errusiarra apurtu egin zuen, eta gaur egun ez du paperik, nahiz eta bere burua ukrainartzat daukan. Bestetik, Yang (fikziozko izena) txinatarra da, eta Errusian kontaktuak zituen aberkide baten bitartez iritsi zen Ukrainara, jantoki batean lan egitera. Bere pasaportea hari eman zionez, paperik gabe geratu da. Jaki asiarra banatzen du etxez etxe Kieven. Etxeratze aginduaren beldur izaten da.