Fede DE LOS RÍOS
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Hay que ver cómo están las Cortes de Madrí. Parlamento o Cámara Legislativa lo llaman los creyentes del Contrato Social y la división de poderes. Allí, dicen, se crean y debaten las leyes que nos gobiernan. Por igual, dicen; o lo que debe ser lo mismo, hace a unos más iguales que otros ante la ley; pero iguales, que es de lo que se trata. Lo decía el bueno de Aristóteles hace ya veinticinco siglos que son una pila de años: aplicar la misma ley a sujetos desiguales conlleva injusticia. Los jueces en seguida sintieron la necesidad de la aplicación concreta ante situaciones concretas del espíritu general y teórico de la ley: cómo va a ser lo mismo un banquero que un hipotecado, estamos locos. Así con la misma ley e igual derecho, al ser casos concretos, a uno se le rescata y al otro se le desahucia. Dice Michael Onfray, resentido filósofo, que el derecho sirve a los poderosos flanqueados por los comerciantes, protegidos por la soldadesca, apoyados por la policía, sostenidos por los banqueros, legitimados por las instituciones. Y al decirlo, describe una realidad universal; en lo que llaman España, a lo anterior además debemos sumarle el haber heredado unas instituciones creadas por uno de los sistemas políticos más desigual, opresivo y necio que ningún humano en sus cabales pudiese imaginar: el nacional-catolicismo. El más delirante modelo de los fascismos europeos. La judicatura actual de los altos tribunales españoles es prueba de ello.

Ahora en las Cortes de Madrí han prohibido que en el Diario de Sesiones quede reflejado lo que la presidencia considere insultos o exabruptos entre sus señorías; conceptos como “fascista”, “filoterrorista” o “corrupción monárquica” quedarán en el aire, huérfanos de grafía institucional por ser palabras tabú. Las demás tonterías podrán ser dichas y escritas sin problema. La falsedad, la indignidad y la falta de educación siguen permitidas. Al hijo del falangista Suárez lo han despedido con loas y aplausos por sus grandes aportaciones a la Democracia española.

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