Ni buen cine ni aportación social, y mira que Currin lo advirtió...
Resulta significativo que todo el foco previo al estreno ayer de “No me llame Ternera” haya estado posado sobre Jordi Évole y Marius Sànchez y el lío en que se metían. Porque cualquiera entiende que quien más arriesgaba con esta película no son ellos, sino quien se sentaba al otro lado de la mesa.


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