Raimundo Fitero

Mujeres

El duelo entre Esperanza Aguirre y Ana Pastor forma parte de una leyenda que ambas alimentan para seguir manteniendo una buena cuota de pantalla. Dos mujeres que se colocan en un ring con muchos focos y pretenden acabar ambas una por encima de la otra. No es una lucha entre periodista y política, sino entre dos personas que anteponen en ese momento su amor propio a su amor por lo que representan. Yo no quiero pensar ni por asomo que se trate de un paripé ni de nada montado previamente, pero me parece que se necesitan, que cada cierto tiempo deben encontrarse en plató, colocarse frente a frente y hacer de una entrevista un campo de autoridad cercana a la soberbia. Dicho de manera rápida: es divertido verlas discutir, sorteando las minas que la otra pone, es una manera de hacer un espectáculo en formato entrevista en donde parece que se habla de asuntos de interés partidista o incluso general.

Pero en estos días una vez superada la testosterona de polideportiva, otras mujeres han ido acaparando muchas horas televisivas. Quizás la que despierta más alertas sea la hija de Isabel Pantoja, Chabelita, recién llegada a la mayoría de edad, pero que se habla de ella por estar embarazada. Han sido días enteros dándole vueltas a las circunstancias que han llevado a que este hecho personal, íntimo, familiar se haya convertido en un asunto prioritario en tantos espacios televisivos de manera que ha contaminado bastante otros territorios sociales. Además, en la mayoría de las ocasiones, en esas tertulias tóxicas son mujeres las que opinan con una ligera y una actitud machista infumable. Mujeres hablando sobre otras mujeres con actitud morbosa, alienante, irrespetuosa.

Esa muchacha merece todo el respeto, protección, asesoramiento y prudencia y yo diría que incluso más que cualquier otra mujer, precisamente, por ser hija de Isabel Pantoja. Es un problema añadido, necesitaría orientación de pedagogos y de los servicios sociales. Hay que señalar esto por ser un ejemplo nocivo. Los mensajes que se trasladan son perniciosos, especialmente cuando uno mira los resultados millonarios de audiencia de los programas que la han maltratado.