IKER CASANOVA ALONSO
MILITANTE DE SORTU
GAURKOA

La banda de los expresidentes

Aprincipios de los 90 una película titulada «Le llaman Bodhi» narraba las andanzas de una banda de surferos-atracadores que asaltaban bancos disfrazados con caretas de antiguos presidentes de los EEUU, por lo que se les conocía como «la banda de los expresidentes». No se me ocurre mejor nombre para denominar al grupo de personas que han dirigido en los últimos años los cuatro grandes partidos vascos que defienden el siste-ma. La «banda de los ex presidentes vascos» se dedica a defender a los poderosos para vivir como reyes, usando su experiencia y contactos para servir a los ricos en perjuicio de los pobres.

Josu Jon Imaz, expresidente del PNV, preside ahora Petronor, la refinería ubicada en Muskiz. Imaz recibió el cargo como pago a los servicios prestados a la unidad de España y con el objetivo de valerse de sus relaciones para, entre otras cosas, facilitar la construcción de una contaminante planta de coke en la refinería. Josu Jon se empleó a fondo y tras un cúmulo de irregularidades y presiones, la planta ya está en marcha. Ha llegado también a la dirección de Repsol y preside el lobby petrolero español. Josu Jon Imaz es el padre ideológico de la actual línea política del PNV.

Nicolás Redondo Terreros, expresidente del PSE, se sentaba hasta el pasado mes de julio en el consejo de administración de FCC, una de las principales constructoras del Estado. Nada más dejar la política, los señores del ladrillo ficharon a Redondo para no dejar abandonado a quien tanto había hecho por ellos y engrasar las relaciones con las administraciones. Lo hizo tan bien que llegó a la cúspide, a la FCC de Esther Koplowitz donde se codeó con aristócratas y otros oligarcas. Ahora Redondo está a la espera de que sus jefes le den otra misión. Siempre en defensa de los trabajadores.

Antonio Basagoiti, ex presidente del PP vascongado, es ahora banquero. De hecho siempre lo ha sido, ya que su papá tiene un banco. Su tatarabuelo fue el fundador del banco Hispano-Americano, por lo que se puede decir que lleva la banca en los genes. Esto le convirtió en la persona adecuada para que el PNV pactara con él el futuro de Kutxabank. Ante el fracaso total de su partido en Euskal Herria y cansado de recibir palos de los suyos, Basagoti decidió tirar la toalla. ¿Para qué seguir simulando austeridad cuando podía vivir abiertamente como un maharajá? Levantó la mano y el banco de Santander le dio un puestazo en México.

Miguel Sanz, expresidente de UPN y de Nafarroa, también es empresario. Tras trincar sueldos y dietas a manos llenas, su dorada jubilación no le impide presidir Bodegas Sarría y Audenasa. Sanz se sienta en los consejos de administración de al menos otras dos empresas: Truck and Wheel y Servicios Ecológicos de Navarra. Es además miembro del consejo asesor del Grupo MGO. Aquí coincide con Martín Villa, Ricardo Martín Fluxá, un hermano de Mayor Oreja y... Josu Jon Imaz.

Los ejemplos de relación obscena entre ex políticos y la gran empresa son interminables. Pero los empresarios no sólo pagan el sueldo a los políticos después de retirarse sino también mientras están en activo. Y lo hacen a través de dos vías, una ilegal y otra legal. La ilegal, la corrupción directa, ha quedado radiografiada a través del «caso Bárcenas». Al margen de los múltiples casos de corrupción a menor escala, aquí se ha visto cómo la patronal pagaba la nómina a la dirección de un partido y un gobierno. Literalmente. La corrupción legal se produce a través de los donativos de empresas a los partidos. La dependencia de los partidos del establishment de estas donaciones es tan grande que cuando Rubalcaba propuso prohibirlas, el portavoz del PNV en el Congreso replicó que «si se van a suprimir las donaciones por parte de empresas (...) tendremos que aumentar las subvenciones de los partidos políticos». El PNV es líder en la recepción de donativos empresariales. Además ha creado una red clientelar de miles de personas que viven de los cargos públicos o de empresas que trabajan de forma preferente para la administración. El nombramiento como presidente de BBK de Xabier Sagredo, extesorero del PNV en Bizkaia y miembro del consejo de Iberdrola Generación y otras empresas, es otra muestra de este proceso de fusión entre la estructura del PNV y el mundo empresarial.

Junto a la percepción de esta corrupción sistémica aparece la constatación de que la democracia está siendo vaciada de contenido, incluso la democracia imperfecta que tenemos. La capacidad de elegir de los ciudadanos y de sus representantes se reduce a la nada en asun-tos nucleares. Ahora deciden los mercados, Bruselas, Wall Street, la globalización... fuerzas no electas. Los mercados pueden arruinar a un país, cortarle la financiación si no aplica la política económica exigida. La socialdemocra-cia actúa igual que la derecha y ambos entonan a dúo el mantra de esta época: no hay alterna-tiva. Incluso la izquierda real está desconcer-tada porque el enemigo se difumina hasta hacerse inaprensible, indefinido, escurridizo.

Es normal que en estas circunstancias, y en medio de una colosal crisis económica, proliferen actitudes de rechazo generalizado a la política, del tipo «todos los políticos son iguales, que se vayan todos a la...». Para aquellos que siempre hemos criticado la forma convencional de hacer política esta actitud fue inicialmente una especie de reconocimiento de que teníamos razón. Pero a estas alturas hay que desconfiar. Los partidos sistémicos, convencidos de que la sociedad les considera de forma irreversible maquinarias corruptas, están ahora interesados en que el descrédito se extienda a la totalidad de partidos e incluso al compromiso político no partidario. El sistema trata además de promover una antipolítica de derechas que fomente el individualismo y la desconfianza mutua, la destrucción del prestigio de todo lo público y colectivo, que abra la puerta a la inhibición, el pasotismo, la resignación, la privatización o a pseudo soluciones que en el fondo suponen una profundización de la situación actual: otorgar el poder a tecnócratas, segurócratas, empresarios de éxito, demagogos populistas, neofascistas xenófobos, etc.

Ante ello, desde la izquierda debemos defender y enriquecer la democracia a través de fórmulas para fortalecer la participación directa y la delegada, esta última profundamente regenerada, regulada y fiscalizada para que se ejerza con honestidad. Hay que abolir el concepto de «clase política» y establecer un estricto régimen de incompatibilidades durante y tras el desempeño de un cargo público. Ser social, política y jurídicamente intransigentes con la corrupción. Cortar de raíz las relaciones bastardas de políticos y empresarios. Prestigiar la acción política altruista. Reivindicar lo colectivo. Defender el sistema de servicios públicos como un gigantesco avance civilizatorio. Acercar la toma de decisiones a la ciudadanía. Y también construir alternativas económicas, fomentar nuevos modelos de producción y consumo, impulsar una transición económica aunando la acción local con el fortalecimiento de las redes globales de movimientos populares. Sin democracia económica la democracia política es una entelequia.

Hablábamos al comienzo de este artículo sobre los ex presidentes de cuatro fuerzas políticas. Pero en Euskal Herria hay cinco grandes partidos. La izquierda soberanista, segunda fuerza en apoyo social, también tiene un responsable que podría ser considerado más o menos como su expresidente: Arnaldo Otegi. Entre otras muchas diferencias con los de «la banda de los expresidentes» hay dos que son obvias. En primer lugar, Otegi tiene un futuro protagónico en la política vasca. En segundo lugar, Otegi se encuentra actualmente en prisión como castigo a su trayectoria política. El propio Otegi lo decía hace unos años al hilo de la polémica suscitada por el elevado patrimonio inmobiliario de un candidato del PNV: «hay dos tipos de personas en la política vasca: las que tienen cinco pisos y las que tenemos el piso hipotecado cinco veces para pagar fianzas».

Es una poderosa metáfora sobre la existencia de dos concepciones radicalmente distintas de entender la política: la de los que se sirven de ella para la defensa de sus intereses personales, de casta y de grupo privilegiado y la de los que se sacrifican de forma desinteresada por sus ideales incluso pagando un alto precio por ello. Afortunadamente en Euskal Herria son muchos los que forman parte del segundo grupo, tantos que constituyen la masa crítica necesaria para activar un proceso de cambio social y político. Es necesario tomar conciencia de esa fuerza, y de la responsabilidad que implica, y ser capaces de activarla hasta desarrollar todo su potencial. Otra política es posible. Otra política es imprescindible.