Joseba VIVANCO
La mayoría de onces iniciales no le han dado el resultado esperado

Los dos «tiempos» de Valverde

En seis partidos ha introducido los tres cambios antes del minuto 70 y en cinco ha realizado el primero de ellos en el descanso.

Ernesto Valverde está claro que plantea sus partidos pensando que duran 90 minutos. Pareciera una obviedad, pero si uno echa un vistazo a alineaciones de inicio como la de Málaga y cambios sobre la marcha como los que puso en liza tras el descanso y desventaja en el marcador, resulta evidente que más que Txingurri debieran haberle apodado Azeri, zorro. El propio técnico hablaba tras el encuentro de que «cuando haces bien los cambios igual es que no es bueno el planteamiento de inicio...», confesión más destinada a salir del paso ante la prensa que entonar un mea culpa.

Los `onces' iniciales del preparador rojiblanco en contadas ocasiones le han surtido el efecto deseado. Es más, un vistazo a los minutos en los que Valverde da la vuelta al equipo inicial revela que de trece partidos disputados, en seis de ellos para antes del minuto 70 de encuentro ya ha realizado los tres cambios, y más llamativo es aún que eso ha sucedido en los cuatro últimos choques, ante Elche, Atlético, Levante y Málaga.

En cinco ocasiones, además, el primer cambio lo ha introducido tras el descanso, como sucedió ante el Real Madrid -donde hizo dos de golpe con 2-0 de desventaja-, ante el Valencia -con 0-1 en contra-, frente al Elche -también perdiendo por la mínima-, con el Levante -otros dos de una tacada con también 0-1- y el lunes en Málaga con la entrada de Susaeta por Ibai.

Inexplicable Herrera en banda

Conociendo la sapiencia futbolística de Valverde es descabellado pensar que el gasteiztarra no sabe por dónde le da el aire o que dispone a sus jugadores sin orden ni concierto. Es verdad que resulta inexplicable -si no fuera por darle minutos tras dos partidos en blanco- que en La Rosaleda alineara de partida a Ander Herrera en banda derecha en lugar de a Susaeta, cercenando así la mayor capacidad ofensiva del Athletic desde hace temporadas, lo que se tradujo en una desastrosa primera mitad de un huérfano Iraola, que fue otro cuando su alma gemela saltó al verde. No extraña que por primera vez en muchísimos partidos, el lateral zurdo del equipo, el lunes Balenziaga, diera más pases que Iraola, es decir, que el juego saliera tanto o más por aquella banda que por la habitual de la derecha.

Es verdad que Valverde suele sorprender a propios y extraños con alguna de estas variantes nominales y posicionales, pero de ahí a pensar que se quiera pegar tiros en su propio pie con cada partido, va un trecho.

Del mismo modo que el técnico rojiblanco ha reiterado en más de una ocasión el enorme valor que da a aquellos futbolistas a los que él llama `revulsivos', caso de Toquero o hasta De Marcos, solo nos queda pensar que Txingurri fragua los encuentros pensando no solo en los derroteros que pueda llevar cada partido en su arranque o primera mitad, sino en cómo maniobrar dependiendo de la deriva, a favor o en contra, que tome la contienda. Baste mirar los miembros que manejó Bernd Schuster desde el banquillo y la dinamita que prendió Valverde con los Susaeta, De Marcos y Toquero saliendo con el cuchillo entre los dientes.

Revulsivos en el banquillo

Es cierto que salvando los iniciales encuentros ante Valladolid y Osasuna, en que los bilbainos se sintieron superiores y eso se trasladó al marcador, en demasiados partidos posteriores han ido a remolque del adversario, a veces solo en el tanteo, otras también en el juego. Excepción hecha del día de Villarreal, donde la apuesta decidida por Iturraspe-Rico-De Marcos le dio resultados de inicio, mostrando un poso y oficio que apenas hemos vuelto a ver, en la mayoría de envites sus `onces' no le han dado el botín apetecido, más de una vez porque, hay que reconocerlo, han malogrado una o dos ocasiones iniciales cosa que no ha hecho su rival a la primera que tiene.

Da la sensación de que Valverde plantea un partido de inicio con unos objetivos determinados, quizá para aguantar al rival al menos esa primera mitad, como ante Real Madrid o Atlético, o como ante Granada, Espanyol o Getafe, para después si las condiciones del choque lo permiten y la demostrada capacidad física de los bilbainos lo facilita, mostrarse más ambicioso.

Ante el Málaga ya hemos hablado de qué recambios había en el banquillo, ante el Levante se guardó a Aduriz, Toquero, Rico o Herrera; frente al Atlético Susaeta estaba llamado a ser ese `revulsivo' si no fuera porque el choque se torció con el primer gol con uno menos en el campo; con el Elche, Aduriz, De Marcos y Beñat, sin contar a Ibai, estaban de suplentes... Valverde siempre deja cartuchos en la recámara con esa idea de que en el momento que lo decida, inclinar el campo hacia meta rival.

Eso se hace con jugadores capaces de cambiar la dinámica de un partido, que los tiene, y el hambre que atesoran para no dar nada por perdido. A estas alturas de la Liga cualquier rival, incluido el Barcelona del Tata Martino, sabe que a este Athletic o le remata o dejarle vivo es muy peligroso.

Aseguraba el conocido entrenador uruguayo Sergio Markarian, con un extenso palmarés en Sudamérica, que «hay que jugar bien los primeros 20 minutos y los últimos 70». Aplicando esta lógica evidente a este Athletic, parece claro que, como decíamos, Valverde piensa en partidos de 90 minutos, que este Athletic se significa por ello, que no es aquel equipo de otros tiempos, con Joaquín Caparrós de manera más evidente y con Marcelo Bielsa algo más combinativa, de lanzarse a tumba abierta hacia la meta enemiga desde el minuto uno.

¿Remontar siempre?

El Athletic actual marca los tiempos, prioriza las ocasiones sobre la posesión de la pelota, trata de no perder el sitio atrás de inicio aunque de momento no siempre lo consigue, concede cada vez menos a los contrarios, madura los partidos, y la asignatura pendiente sigue siendo qué equipo veremos cuando vaya por delante en el marcador pasados esos 45 minutos iniciales o hasta cuándo durarán los arreones. De momento, sabemos que es el equipo que menos goles recibe en el último cuarto de hora y es que se lo pasa volcado sobre la puerta contraria.

Por ahora es lo que hay, a la espera de que el grupo exponga otra propuesta futbolística más estilista. Escribía ayer el periodista Juan Carlos Latxaga que «al final va a resultar que lo de Valverde es un método, o sea, lo de prueba y error trasladado al fútbol». Uno prefiere pensar que más que de prueba y error se trata de visualizar el partido en toda su extensión, elegir una infantería con la que plantar batalla y tratar de asestar, casi siempre con acierto, el golpe definitivo con la caballería. ¿Estrategia? El mismo Valverde y los suyos repiten que no siempre se podrá remontar, pero como decía el gran ariete galés Ian Rush, «el mejor gol de un delantero es siempre el siguiente». Así que ese día de la no remontada, que sea la siguiente, no este.

Fallece el expresidente Jesús Mari «Beti» Duñabeitia

Jesús María «Beti» Duñabeitia, que fue presidente del Athletic entre los años 1977 y 1982, falleció ayer, según informó el club bilbaino.

Duñabeitia (Bilbo, 1937) accedió a la presidencia del club rojiblanco el 24 de mayo de 1977 tras imponerse a Ignacio de la Sota por solo trece votos de diferencia (169 por 156) en una votación efectuada entre los socios compromisarios del club vizcaino.

Fue el último elegido por este sistema, ya que poco después de su nombramiento convocó las primeras elecciones para toda la masa social del club y, ante la falta de rivales, fue ratificado en su cargo.

Bajo su mandato se registraron acontecimientos históricos como la primera izada de la ikurriña en San Mamés el 8 de agosto de 1977, la remodelación de La Catedral para acoger el Mundial de 1982 o la posibilidad de convertir en socias a las mujeres abonadas. En la última temporada de su mandato, la 1981-1982, apostó por el entonces novato Javier Clemente para hacerse cargo del equipo que, ya con Pedro Aurtenetxe al frente del club, conquistaría dos Ligas consecutivas (1982-1983 y 1983-1984) y la Copa de 1984. También apostó como entrenadores por el austriaco Senekowitsch, además de por Iñaki Sáez y, antes, por Koldo Agirre.

Además de presidente del Athletic, Duñabeitia fue alcalde de Bilbo entre 1990 y 1991 por el PNV tras la dimisión de José María Gorordo.