EDITORIALA
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Inocente en Madrid, culpable en Nafarroa

El guión se ha cumplido. No ha supuesto sorpresa alguna que los mismos cinco jueces del Tribunal Supremo que archivaron en julio la denuncia por el caso de las dietas de Caja Navarra hayan rechazado ahora el recurso presentado por UPyD. Esta es solo una de las «curiosidades» procedimentales de esta exculpación: frente a otros procesos en los que hay tantas instancias que agotar y tanto tiempo que purgar, a la presidenta navarra, Yolanda Barcina, le ha bastado con que una sola instancia, y foránea, absorbiera primero el caso contradiciendo a la juez natural de Iruñea, dictara luego su exculpación en tiempo récord y sin practicar prueba alguna, y la rematara después decidiendo ella misma en segunda instancia.

Si poco comprensible es el trámite, directamente intragable para la lógica y el sentido común resulta la argumentación. La líder de UPN queda eximida judicialmente en este pleito porque el Supremo considera que no cobró las dietas en condición de gobernanta, sino en la de ejecutiva de la entidad. Para construir esta argumentación, obvia que la persona Barcina pasaba a ser miembro de la fantasmal Junta de Entidades Fundadoras de modo automático al convertirse en presidenta Barcina. Pasa por alto, en definitiva, que las impresionantes cantidades iban al mismo bolsillo: el suyo.

La capacidad de sorpresa se agotó hace tiempo en Nafarroa, que todavía recuerda el modo en que otro expresidente, Javier Otano, fue exculpado con la excusa de la prescripción tras admitir abiertamente que había titulado cuentas bancarias en Suiza con dinero que él mismo atribuyó al PSN. La misma Nafarroa a cuyas arcas públicas nunca han revertido los millones que se llevó crudos otro inquilino de Diputación, Gabriel Urralburu, tras trampear las adjudicaciones de obras públicas. Esa Nafarroa sabe que lo que ha hecho Barcina, llevarse entre 2.424 y 2.680 euros por sesión de un ente desconocido y sin capacidad decisoria, quizás sea legal en Madrid, pero desde luego es indecente en Nafarroa. Y, siguiendo con el silogismo, delata que esa legalidad, además de ajena, es directamente inmoral.