Cada vez que se conoce un nuevo dato en torno al operativo que acabó con la vida de Iñigo Cabacas resulta más evidente que la verdad es lo último que pretenden alcanzar los responsables de la Ertzaintza. Al contrario, todos los pasos que se han dado hasta el momento parecen encaminados a entorpecer cualquier avance en ese objetivo. En este sentido, la posibilidad, barajada por sus superiores, de que Jorge Aldekoa se hubiera dedicado a recoger las pelotas lanzadas por sus subordinados sería una prueba más de que algunos han querido echar tierra sobre el caso desde el primer día, entre ellos, el próximo máximo responsable de la Policía autonómica.

La muerte del joven vizcaino ha estado rodeada de mentiras, medias verdades y una total falta de voluntad de esclarecer los hechos. Desde la presunta aparición de una porra extensible hasta la contradicción en las versiones de Josu Erkoreka y Estefanía Beltrán de Heredia sobre el papel desempeñado por Aldekoa, nada de lo que ha trascendido desde cauces oficiales ha ayudado. Con todo, este oscurantismo no se limita a lo ocurrido en el callejón de María Díaz de Haro; la actitud de la consejera de Seguridad en torno al ertzaina elegido por ella para ostentar la Jefatura de Tráfico es otro ejemplo de lo incompatible que resulta para algunos mandatarios ser sinceros en esta materia.

Y es que, si bien el Ejecutivo de Lakua y el Parlamento prometieron a los familiares de Cabacas «máxima transparencia», es evidente que cada vez que se aborda un tema relacionado con la Ertzaintza hablar de transparencia es un sarcasmo. En torno a este cuerpo la máxima es la opacidad, y prima sobre cualquier otra cosa una defensa numantina de la policía por parte de sus responsables. Y aun así, pese a la cerrazón absoluta, sí hay algo que con la información disponible cualquier persona con un mínimo de sentido común y sensibilidad puede concluir: Aldekoa no es la persona indicada para ostentar el cargo para el que ha sido designado.