Amparo LASHERAS
Periodista
AZKEN PUNTUA

¿Unidad o uniformidad?

Hoy me hubiera gustado hablar de la grave situación del pueblo sirio en los campos de refugiados y de los que subsisten en los territorios rebeldes. Quería hacerlo porque esta semana han ocupado la página oculta de la información sobre esa Europa democrática, humanitaria y ejemplar que acudía a los funerales de Nelson Mandela, vestida con el lujo de la hipocresía y de la mentira. Allí loaron el fin del apartheid y aquí, en el viejo continente, lo legislan con una inhumana devoción que casi produce pavor. «Todos los países han conspirado contra nosotros, todos son unos traidores», confesaba uno de los tres millones de sirios que han huido de la guerra y a los que la Europa de los Veintiocho, por unanimidad, cierra las puertas, presionada por la creciente influencia de los partidos de extrema derecha.

Desearía profundizar más, pero no puedo sustraerme a la actualidad del referéndum catalán y a la pronta respuesta del Gobierno español, defendiendo la unidad de España. Unas declaraciones que estuvieron acompañadas por las del presidente del Consejo Europeo, Van Rompuy, que a su paso por la Moncloa se apresuró a decir que él es «contrario a los procesos independentistas» y que España debe «permanecer unida». Unidad, una palabra que oigo constantemente a los altos mandatarios y que, dicha con mayúscula, me causa un rechazo instintivo. Unidad de España, de Europa, unidad internacional, unidad económica, unidad territorial, unidad militar, unidad, siempre por lo alto, como en la despedida de Mandela, donde los discursos fueron tan iguales que resultaron tremendamente falsos. Y es que desde un sentido fascista del poder, es fácil confundir unidad con uniformidad, que es algo muy distinto.