Juan Carlos ELORZA
21º Mundial femenino

Brasil y Serbia en una final inédita

Brasil ganó 25-23 en la fase de grupos, pero ni las porteras (10% Arenhart, 15% Tomasevic), ni Lekic (0 de 2), aparecieron entonces.

BRASIL - SERBIA

Aún es pronto para saber si la final de hoy responde a un cambio en el equilibrio de poderes del balonmano femenino mundial, o solo es fruto de un cúmulo de circunstancias concretas. Lo cierto es que será una final inédita, y que, por segunda vez en 21 ediciones, habrá una selección no europea en la final -Corea fue campeona en 1995-. Y también significa que Brasil ha puesto al balonmano americano en primer plano y presenta su candidatura al oro en los Juegos Olímpicos de Río' 2016.

Otro aspecto a destacar es que se trata de la primera vez que una selección llega a la final en su primera participación en el campeonato, aunque se podría matizar que se trata de Serbia, que compite por primera vez como país independiente en un Mundial, y que detrás tiene una larga trayectoria, sobre todo en la Yugoslavia que fue campeona mundial hace ahora 40 años, en una edición organizada en casa.

Esa es otra curiosidad que adorna la final. Además de Yugoslavia, solo otras tres selecciones han sido capaces de ganar el Mundial que organizaban, y tres lo hicieron el siglo pasado. Rumania lo consiguió en la segunda edición (1962); Noruega en la 14ª que organizaba en colaboración con Dinamarca -aunque la final ante Francia la disputó en pista noruega, resuelta tras dos prórrogas-; y Rusia en 2005. Si Serbia ganara hoy, coincidiría que en los dos Mundiales celebrados en 2013 se habría impuesto el anfitrión, tras ganar España el masculino en enero.

De momento, lo que ya se sabe es que hoy se batirá el récord histórico de asistencia a un partido femenino. El lunes en el Serbia-Corea de octavos de final entraban 12.000 espectadores en el Kombank Arena de Belgrado; el miércoles ante Noruega en cuartos eran 16.500; el viernes en la semifinal ante Polonia rozaba el lleno con 19.000; y la Federación Serbia informaba ayer de que se habían vendido las 19.500 entradas puestas a la venta para la final (entre dos euros la más barata y 40 la más cara), con lo que el pabellón estará a reventar, más allá de su aforo oficial de 20.000 espectadores.

En lo deportivo, Brasil parece mejor, con un juego más variado y completo, cuenta con dos porteras en estado de gracia, una defensa contundente, la magia y el talento de Ana Paula Rodrigues en la dirección, el liderazgo indiscutible de Nascimento, y dos martillos pilones como Amorim y Cavaleiro. En América es posible que al balonmano femenino le falten décadas para compararse al europeo, pero estas jugadoras brasileñas viven y compiten en Europa desde hace años. Doce de sus 16 componentes se reparten entre el Hypo austriaco (6) y otros seis clubes europeos de Dinamarca (2), Francia (1), Hungría (1), Rusia (1) y Eslovenia (1). Saben a qué juegan, conocen a sus rivales, y pretenden seguir hasta el final como única selección que cuenta sus partidos por victorias.

Pero enfrente tendrá 20.016 rivales, 16 en la pista y 20.000 en las gradas, que no juegan pero influyen, y mucho. Serbia ha organizado dos Europeos y un Mundial en el plazo de dos años, y ya ha demostrado de sobra lo que es capaz de hacer en comunión con su público, pese a contar con un equipo más limitado deportivamente. La selección masculina fue subcampeona ante Dinamarca en enero de 2012, y esta misma femenina 4ª en diciembre hace un año tras caer por la mínima en semifinales ante Montenegro -luego campeona-, y perder el bronce con Hungría en la prórroga tras un festival anotador (41-38).

Si Brasil no logra resolver el partido antes del tramo final, el factor emotivo puede ser decisivo. Tomasevic en la portería, la goleadora Damnjanovic, y sobre todo la genial Lekic -con problemas en un talón, pero jugará-, darán la medida de Serbia, donde solo dos juegan en su país.