EDITORIALA
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Una consulta no legitima una dictadura

Más de cincuenta millones de egipcios están llamados a votar sobre la nueva Constitución, promovida por el régimen que en julio dio un golpe de estado y derrocó al Gobierno del islamista Mohamed Morsi. A través de este referéndum, los militares comandados por el general Abdel Fatah al Sissi pretenden dar a su dictadura una pátina de legitimidad que sigue sin tener a ojos de la opinión pública mundial, de modo que más allá del contenido del texto sometido a refrendo -que reserva importantes competencias para el Ejército-, lo importante era el grado de adhesión cosechado en las urnas.

La victoria del «sí» nunca ha estado en cuestión, entre otras cosas porque nadie ha defendido el voto contrario. Los Hermanos Musulmanes, proscritos y perseguidos, habían hecho un llamamiento al boicot, mientras que la campaña gubernamental instando a la población a respaldar la Carta Magna, secundada por los principales medios del país, ha sido avasalladora. Ayer mismo, con las urnas abiertas, soldados apostados en los colegios instaban a los ciudadanos a proferir lemas en favor de Al Sissi, cuyo retrato fue portado por muchos de los votantes. A este respecto, con el principal grupo opositor siendo objeto de persecución, sin contrapeso a la campaña oficial y con militares en los puntos de votación, es imposible sostener que el referendo cumple los más elementales requisitos para ser aceptado por la comunidad internacional.

Ninguna consulta, y menos en las condiciones de la que se celebra en la república árabe, puede legitimar una dictadura. De hecho, no hay tiranía que se precie que no haya convocado votaciones farsa destinadas a blanquear su naturaleza. Al Sissi y los suyos deben abandonar el poder, restituir las libertades y devolver a los egipcios la democracia arrebatada. Mientras tanto, todo lo que hagan será una pantomima que no debería contar con el plácet de ningún observador honesto.