EDITORIALA
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Dejar de sobreactuar para empezar a actuar

Una semana es un tiempo muy corto para calibrar las repercusiones de la mayor movilización política producida jamás en este país, igual que tres semanas es un plazo escasísimo para calcular la trascendencia práctica del paso del Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK). Sin embargo, dos años y tres meses, los transcurridos ya desde Aiete y el cese definitivo de la acción armada de ETA, suponen un periodo más que largo para desencadenar una nueva situación, cambiar todas las coordenadas anteriores y dejar a las claras la posición y la voluntad real de cada agente. Solo alguien tan ajeno a la realidad vasca y al sentido común como el Gobierno español podía pensar en mantener indefinidamente parado el reloj, e incluso mover las manecillas hacia atrás, sin enfrentarse a la mayoría ciudadana.

Entre las múltiples virtualidades de la movilización del pasado sábado en Bilbo está la de constatar que el problema irresuelto de las personas presas y exiliadas tiene un alcance masivo en Euskal Herria, mayor que nunca. Aceptemos a efectos puramente dialécticos (evidentemente no es así) que, como sostienen diferentes representantes políticos, en origen ese problema competía solo a las personas que lo padecían directamente, bien por estar en la cárcel o el exilio o bien por ser sus familiares y amigos, afectados además en carne propia por el castigo añadido de la dispersión. El empecinamiento del Estado español en convertir la cuestión carcelaria en un trinchera para no avanzar hacia un proceso de solución es lo que lo ha transformado ya en un problema general, que afecta a todos y cada uno de los ciudadanos vascos, salvo el número cada vez más reducido que apuesta por seguir en la situación anterior, sin más horizonte que la venganza ni más camino que practicar ciertos niveles de violencia.

La cuestión de los presos no fue un problema añadido en Irlanda o Sudáfrica, como ejemplos de procesos que han llegado a buen puerto, sino parte de la solución. Spain is different y «siempre nos quedará París» no se escribió pensando en Euskal Herria. La actitud de Madrid puede hasta explicarse en la medida en que en su comunidad, la española, no existe necesidad de reconciliación y de paz, de construir otro futuro. Pero no lo era que en Euskal Herria no se activara una defensa encendida de la solución. Ese momento ha llegado, gracias a un elemento «extraordinario» -la embestida sucesiva de la Audiencia Nacional contra EPPK y Tantaz Tanta-, aunque la respuesta en ningún caso puede considerarse extraordinaria, sino normal y lógica. La ciudadanía vasca no podía dejar que el proceso, en un punto de maduración avanzado y con múltiples condiciones en su favor (la prueba más clara hoy es el documento interno de ETA que abre este periódico), parezca a menudo más cerca de pudrirse que de dar los frutos anhelados.

Acompañar a EPPK, un camino seguro y fácil

La responsabilidad mostrada por los convocantes de la marcha contrasta con el exceso anterior de tiras y aflojas, de irresponsabilidades, de lo que el jelkide Joseba Egibar ha llamado «sobreactuaciones». Una tendencia muy propia de los partidos y que, paradójicamente, se traduce en lo contrario: la falta de actuación. La multitud reunida en Bilbo es un acicate para que sobreactúen menos y actúen más. Por ejemplo, no resultaba sostenible en términos razonables ni prácticos que partidos que apuestan por la solución, como mostraron en Bilbo, tras el comunicado de EPPK urgieran al desarme y la disolución de ETA (sobreactuaran) para eludir implicarse de una vez en la solución al problema de presos y refugiados (actuar).

Obviamente ambas cuestiones van estrechamente unidas, pero cualquiera percibe que el día menos pensado puede ocurrir un grave accidente camino de prisión con consecuencias funestas mientras está totalmente descartado que se vaya a producir un atentado de ETA. No es ya responsabilidad, es prudencia.

Puesto pie en pared, despejadas ciertas dudas, recontadas las fuerzas propias, hay una ocasión excelente, un impulso ideal, para empezar a ganar terreno a los saboteadores y tiempo al futuro. Porque, además, el Estado no va a dejar de practicar su guerra de guerrillas. Ahí está la decisión de la Fiscalía de mantener las peticiones de seis años contra los jóvenes independentistas juzgados en Madrid, es decir, intentar seguir llenando las cárceles en lugar de vaciarlas y hacerlo además mediante procesos políticos insoportables. Avanzar es la única forma de no terminar retrocediendo. Y hacerlo todos, desde una hoja de ruta vasca, el único modo de que el proceso no acabe bailando en el alambre del securócrata español de turno, sea juez Velasco, ministro Fernández, guardia civil, fiscal...

El mejor y más fácil modo de emprender este camino tras superar la fase de niebla es aprovechar la oportunidad inédita que ofrece la toma de posición de EPPK. Si se leen sin prejuicios los compromisos y criterios que marcó en su comunicado (disposición a la asunción de responsabilidades, incluso personales; apuesta por el reconocimiento de la verdad; apertura a explorar las vías legales de modo escalonado, individualizado y en un tiempo prudencial...), debería ser relativamente fácil establecer los plazos y las fórmulas que guíen una posición común de instituciones, partidos, organizaciones y sociedad civil en Euskal Herria. En este terreno, pero también en general, la manifestación tuvo otra virtualidad: marcó las coordenadas (derechos humanos, resolución y paz) en las que se enmarca una agenda integral para la resolución del conflicto vasco.