Mikel INSAUSTI
CRíTICA: «El lobo de Wall Street»

Los nuevos gángsters van a la oficina

Con los cineastas que acumulan proyectos en una carrera imparable contra el reloj nunca se sabe lo que puede pasar, pero Martin Scorsese los está resolviendo todos con solvencia porque se haya en un gran momento de forma. En «El lobo de Wall Street» se ha impuesto a si mismo un reto de resistencia, que no todo el público es capaz de seguir, ni siquiera los espectadores más jóvenes. Son tres intensas horas de proyección en las que el arrollador rítmo narrativo no decae ni un solo instante.

A Scorsese se le ve tan pletórico en «El lobo de Wall Street», que hoy en día únicamente un David Fincher podría hacer algo parecido. Y lo más extraordinario es que no cae en el efectismo o la exageración, en contra de lo que se ha llegado a decir. No se pasa de vueltas, por la sencilla razón de que la dinámica fílmica empleada es justo la precisa para reflejar el adrenalínico modo de vida del acelerado protagonista.

El estafador financiero Jordan Belfort personifica la vorágine del dinero rápido, tal como la experimentan los corredores de bolsa novatos que encuentran sistemas, y el de las comisiones fraudulentas es uno de ellos, para hacerse con el dinero de sus clientes y accionistas. El libro autobiográfico de este individuo no es otra cosa que la descripción de la fulgurante trayectoria, que apenas abarca la década de los 90, de una máquina humana de fabricar millones.

El guión adaptado por Terence Winter, colaborador de Scorsese en la serie televisiva «Boardwalk Empire» a la que llegó después de «Los Soprano», traslada el ambiente gangsteril que ambos comparten genéricamente a personajes trajeados que van a la oficina, y que cierran los negocios al teléfono con la misma agresividad de los delincuentes armados.

Claro que el edificio de oficinas creado por el joven capitalista salvaje que Leonardo DiCaprio encarna, como una actualización decadente de Jay Gatsby, ofrece una perspectiva del mundo de los negocios extrema, en cuanto escenario de locas orgías y constantes atentados contra los derechos más elementales, descritos con un lenguaje políticamente incorrecto y provocador.