Raimundo Fitero
DE REOJO

Entretenimiento

Algunos encuentran en los escritos el anuncio del fin del mundo con señales de lo más extravagantes. En la televisión, en una sesión de zapeo a las tres de la madrugada, hay múltiples indicios de que estamos llegando a esa estación término de una civilización monitorizada. Pero quizás sea en la política donde esas señales se hagan más evidentes. Por ejemplo, si vuelve a aparecer el señor de las mentiras barbitúricas, Esteban González Pons cuyo cargo es nada menos que vicesecretario de estudios y programas del PP, para decirnos con ese cuajo de cinismo de solarium que le caracteriza: «salvada la prima de riesgo ahora tenemos que salvar a las personas», estamos ante un signo claro del Apocalipsis.

Lo del partido zombi y despertado por el ruido de la realidad, con una sesión de su conferencia política retransmitida en directo por el canal 24 H de TVE, lo que es una muestra más de que se trataba de algo demoledor para el PSOE, el de las primarias escalonadas, es decir del sacrificio en pasos hacia una crucifixión en las urnas irrevocable, es otra muestra de este fin de ciclo. Lo que sucede es que en este caso el entretenimiento es menor, no alcanza para crear ni un mínimo debate. Se sabe que nadie quiere ser el que apague la luz, y que ni renovación, ni alternancia, ni nada. Agarrémonos al tablón del escaño mientras se pueda.

Pero si algo ha impactado en esta semana pasada, es la política llevada al entretenimiento de las masas por la vía sexual. La agitada vida amorosa del presidente de la república francesa se ha convertido en un asunto de contenido mitológico, es decir ha desmontado cualquier idea de grandeza política, y la erótica del poder se ha carnalizado en un tipo de semblante anodino que pasará a la historia como «Follande», el del triángulo amoroso para alcanzar un cuadro en el pasillo de la historia reciente, pero que a la vez muestra el deterioro irreparable de la noción de la política de altos vuelos. Si descubrir una amante, actriz para más señas, a un presidente se convierte en material de política, es que el mundo se va a acabar. No sé si será un orgasmo general, o un gemido ratonero, pero esto va mal. Muy mal.