Raimundo Fitero
DE REOJO

Costurera

Le sienta muy bien el papel de telonero de «El tiempo entre costuras» al presidente de las mentiras y el plasma. Las cosas no van bien, simplemente no van a peor, pero como debe vender la moto, recuperar cuota de pantalla y vienen elecciones, aparece de cuerpo presente para seguir moviendo la mano en un gesto mecánico, contener el rictus para que no se le escape la risa floja de tantas trolas como explica. Su papel de cuñado desmemoriado, obvio, con chistes ramplones y frases de cuadernillo lo clava. Lo malo es que se trata de alguien que ha mentido desde su juventud y lo más grave, se ha mentido a sí mismo, por ello miente con tanta naturalidad.

El rol de telonero da mucha visibilidad. Esta comparecencia apañada, pactada, milimetrada, se produjo en Antena 3 justo antes de un especial «El Hormiguero» dedicado a los protagonistas de la serie arriba mencionada en la noche de despedida de una temporada exitosa en la que han cautivado a amplios sectores de audiencias, con los mismos elementos de siempre, la velada memoria histórica superficial, los amores, el escalonamiento de clases sociales sin apenas distorsión, una puesta en escena con pocas estridencias, pero cuidado en su parte decorativa, vestuario y peluquería, un reparto anodino y sin caras demasiado conocidas pero solvente, destacando una actriz emergente, lanzada con un papel al estrellato, Adriana Ugarte, una actriz a la que le quiere la cámara y que sabe expresar sus emociones. Es la actriz de moda, esperemos que no la agosten.

Es decir, un buen compendio de todos los elementos que forman un bucle con un libro de una autora de moda, que producen un efecto placebo en la audiencia, en donde se puede hasta sufrir hemorragias sentimentales y acaloramientos emocionales, pero no deja rastro de evaluación histórica. Ni lo pretendía. Pero se inscribe en esa tendencia a la serie seudo-histórica, costumbrista, tan en alza. Pues ahí previo a este buen paquete programático, como una costurera más, antigua, hablando como si estuviera en el casino de los ricos, Alí Rajoy mostró su convencimiento de que «a la Infanta le irá bien». Y se quedó tan pancho. Lo demás, mentiras de café, copa y farias.