Miguel Angel Llamas Montoya
Miembro de Ateak Ireki
KOLABORAZIOAK

No hay muerte natural en prisión

Las personas que hemos estado en prisión conocemos muy bien qué es lo que pasa entre sus muros y barrotes. Quienes hemos estado allí nos hemos podido dar cuenta de que no existen las muertes por causas naturales. No es posible, ya que el ser humano ha nacido para ser libre y no para permanecer encerrado. Por lo tanto, no se puede hablar de muerte por causas naturales, porque las condiciones de vida en prisión no son para nada naturales.

Quienes hemos estado en prisión, por el contrario, sabemos perfectamente que lo que sí es natural es salir de prisión con graves afecciones en la salud, tanto a nivel físico como a nivel psicológico. Eso si no se muere en la cárcel, lo que ocurre frecuentemente.

Quienes hemos estado en prisión conocemos y somos conscientes de lo que ocurre allí dentro: hacinamiento, miseria, desasistencia sanitaria, agresiones y palizas, chantaje, dispersión, aislamiento...

Quienes hemos estado allí sabemos que si las condiciones de vida antes eran malas, ahora, debido a los recortes, son mucho peores. En la calle, ya no consideramos «muerte natural» que una persona fallezca por una enfermedad agravada por los recortes sanitarios; tampoco consideramos suicidio que tras un desahucio alguien se quite la vida. Socialmente estas muertes provo- cadas por el capitalismo salvaje se califican de asesinatos. Por eso tampoco podemos ver con normalidad una muerte en prisión.

Que una persona de 36 años, de los cuales ha pasado 13 en prisión por acciones de kale borroka, muera en la cárcel a escasos 3 meses de quedar en libertad no puede ser considerado como un caso de muerte natural. Porque no es natural que estuviera en Puerto de Santa María, a más de 1.000 km de su hogar; porque no es natural que hubiera sufrido varias palizas, que durante años hubiera estado en regímenes de aislamiento y bajo fuertes restricciones en sus condiciones de presidio; porque no es natural que a un joven de 23 años se le imponga una condena de 13 años por quemar un cajero automático y un autobús.

Quienes ahora estamos en la calle y trabajamos en medios de comunicación tenemos una responsabilidad. Al menos quienes lo hacemos en medios progresistas y pensamos que hay alternativas al actual sistema penitenciario. Y sobre todo, todas aque- llas personas que apostamos por un nuevo escenario en Euskal Herria. Y esa responsabilidad pasa por dar información sobre lo que ocurre en las prisiones a quienes no han estado en ellas, para concienciar sobre lo que ocurre allí adentro. Debemos dar importancia a lo que pasa entre esos muros de la vergüenza y tomar posiciones claras, porque la ambigüedad ya no vale, ni tampoco las medias tintas. Tenemos que dar voz a esos cientos de presos y presas políticas vascas y a sus familiares, y también a las miles de personas que acusadas de haber cometido otro tipo de delitos, se pudren en prisión.

Ahora también toca exigir responsabilidad política. Hay que acabar con la dispersión y esta política penitenciaria. Les tenemos que traer a casa, sanas y a salvo. Tenemos que trabajar codo a codo para mover a quienes todavía no han hecho nada por traer la paz a Euskal Herria.

Arkaitz, allí donde estés, sonríe, porque vamos a ganar, aunque en el camino tengamos que llorar.