Aitor AGIRREZABAL Edimburgo
Proceso independentista en Escocia

No existe ley internacional que dictamine qué pasará con la libra

El Gobierno de Gran Bretaña parece dispuesto a no permitir que una Escocia independiente conserve la libra después de un resultado positivo en el referéndum. Sin embargo, no existe una ley internacional vinculante que dictamine la distribución de los derechos, las responsabilidades, los activos y las obligaciones en caso de que un Estado-nación decida separarse.

George Osborne, ministro británico de Finanzas, afirmó que Escocia deberá abandonar la libra en caso de convertirse en un estado independiente. Durante el acto realizado ayer en Edimburgo, confirmó que el Gobierno de Gran Bretaña no está dispuesto a negociar la unión monetaria con una Escocia independiente.

La campaña unionista, cumpliendo con el sobrenombre de «Proyecto Miedo», sigue dando pasos direccionados a sembrar dudas sobre lo que puede deparar la independencia.

En ese contexto se enmarca la declaración del ministro de Finanzas británico, que aseguró que un acuerdo para compartir la libra podría ser «un experimento de alto riesgo que puede no funcionar en absoluto».

Osborne, tras recibir el análisis por parte de los funcionarios del Tesoro de su propio gobierno, asumió que la perspectiva de una unión bancaria y los acuerdos de reparto monetarios «serían insostenibles». A lo que añadió que «costaría empleos, dinero y no proporcionaría seguridad económica».

Plan B

El anuncio del ministro de Finanzas tuvo el respaldo de los tres principales partidos de Westminster. El liberal-demócrata y secretario del Tesoro británico Danny Alexander afirmó que «una unión monetaria dejaría el resto del Reino Unido muy expuesto a los riesgos fiscales y financieros de una Escocia independiente».

Del mismo modo, invitó al primer ministro escocés, Alex Salmond, a explicar «su plan B». «Cuando votemos en setiembre, nadie en Escocia debe votar por la independencia en la creencia de que podemos mantener la libra», finalizó.

Por su parte, el Partido Nacional Escocés (SNP), volvió a defender que la unión monetaria beneficiaría tanto a Escocia como al resto de Gran Bretaña.

El primer ministro escocés argumentó que la libra es tan escocesa como inglesa: «Este es un intento concertado en Westminster para intimidar y amedrentar, pero sus esfuerzos para reclamar la propiedad de la libra serán contraproducente en términos de reacción de la gente de Escocia, que saben que la libra es tanto de ellos como lo es de George Osborne».

Lo único cierto es que no existe una ley internacional vinculante que señale con certeza cómo deben distribuirse los derechos, las responsabilidades, los activos y las obligaciones en caso de la separación de parte de un Estado.

Tan solo en el supuesto de que ambos estados resultantes estén de acuerdo en ser dos estados sucesores, en cuyo caso ambos seguirán teniendo los mismos derechos y responsabilidades.

Por ello, la única vía es la negociación. Si no hay un resultado negociado, ambos estados estarían en condiciones de retener sus bienes y derechos. En este caso, se deduce que podría mantener la libra. Del mismo modo, un Estado no continuo podría rechazar cualquier tipo de responsabilidad u obligación, como la de aceptar cierta proporción de la deuda de Estado.

Veto en la UE

Desde la publicación del Libro Blanco, el SNP ha defendido que una Escocia independiente hará frente a la parte de la deuda que le corresponde, siempre y cuando reciba una parte justa de los activos. Entre los que, entiende, debe estar la libra.

De hecho, el primer ministro escocés, Alex Salmond, advirtió de que Escocia podría no asumir la deuda correspondiente si no comparten la moneda, a lo que Osborne contestó que «tendría graves consecuencias». Una frase que desde ciertos sectores independentistas se ha tomado como una amenaza de veto a la entrada de un Estado independiente escocés en la Unión Europea.

La colocación de las barreras comerciales y las fronteras también han formado parte del discurso unionista. Unas medidas que desde Yes Scotland se han definido como «una locura económica» para el resto de Gran Bretaña y que, en cualquier caso, «sería más perjudicial que el peor resultado posible de una unión monetaria». Decisiones que, además, añadirían más presión europea sobre el Gobierno británico en una relación, de por sí, bastante tensa.

Con negociación o sin ella, parece claro que la campaña unionista va a mantener el pulso como parte de su «proyecto miedo» y que conservará este discurso hasta la celebración del referéndum, ya que la incertidumbre que pueden crear o el miedo a lo desconocido que pueden difundir con este tipo de discurso es el arma que están utilizando en el camino a la consulta.

Salmond hizo referencia a ello: «El día después de un voto afirmativo, la actitud de cualquier Gobierno del Reino Unido va a ser muy diferente a la campaña que estamos escuchando ahora».