Oihane LARRETXEA
DELEGACIÓN VASCA EN PALESTINA

Un pequeño gran viaje que supera cualquier relato de ficción

Una delegación de representantes de la cultura vasca ha visitado los territorios ocupados de Palestina durante nueve días. Nueve días en los que han visto «atrocidades difíciles de digerir». A las gentes que allí viven les prometieron ser su voz una vez de vuelta; y en ello están.

«Es difícil hacer un relato desde nuestros parámetros sobre algo que ocurre en un lugar tan lejano. Contando tal cual lo que sucede en Palestina, al lector le puede parecer un relato más cercano a la ficción que a la realidad», describe la bertsolari Miren Amuriza, tras aterrizar en Euskal Herria. A los viajes que ha realizado durante su estancia a primeros de febrero junto con siete ciudadanos vascos se le suman los «viajes internos», llenos de emociones, preguntas y decepciones. La situación empuja a ello. En el caso de Palestina, la realidad, de carne y hueso, supera a cualquier invención.

Esta ha sido la tercera edición de esta iniciativa, organizada por las asociaciones Paz con Dignidad, Bilaldi y SODePAZ. El proyecto, además, cuenta con la colaboración de la Red de Solidaridad con Palestina Mewando, así como con el apoyo del Ayuntamiento de Donostia -su departamento de cooperación ha incorporado en su plan el trabajo con países en conflicto- y la Diputación de Bizkaia.

Durante los nueve días han recogido testimonios para conocer la vulneración de derechos humanos de primera mano y se han documentado sobre la ocupación. Ayer, en una comparecencia ofrecida en el consistorio donostiarra hablaron de todo ello. Han transcurrido dos semanas desde que Miren Amuriza (bertsolari), Xabi Aburruzaga (trikitilari), Raquel Imaz (clown), Tytti Thusberg (diseñadora), Jose Pablo Arriaga (escultor), Xabier Susperregi (escritor), y los periodistas Lander Arbelaitz y Samara Velte regresaran y aún no han asimilado lo vivido.

El muro y los check points

«Hemos comprobado cómo un muro separa a familias enteras y cómo sesga vidas», contaba Thusberg. «La misma pared sirve para impedir que niños palestinos enfermos puedan acudir al hospital, situado al otro lado de la pared», agregaba. En los check points, donde soldados israelíes vigilan sin descanso, mueren menores que dejan de ser atendidos, y los adultos esperan durante horas hasta que les dan -o no- el permiso pertinente para cruzar e ir a trabajar. No son más que dos ejemplos de lo que allí sucede. Cada día.

«Expropian tierras, derriban casas... Lo están sesgando -describía Xabier Agirregabiria, de SODePAZ-. Son dos puzzles. Uno Israel; el otro Palestina. El primero se apodera de las piezas del otro hasta hacerlo desaparecer. Suena increíble, pero está ocurriendo».

Los depósitos de agua también son utilizados como elemento de presión, de humillación, de maltrato. Así lo recordaba la diseñadora: «Israel recoge agua de depósitos que no le pertenecen para volver a vendérsela a sus propietarios, también disparan contra estos contenedores para vaciarlos». Un detalle es suficiente para marcar la diferencia, para señalarlos: si el deposito es negro, la familia es palestina. «Están superando los límites de cualquier entendimiento», advirtió.

Las carreteras también están construidas estratégicamente. Tal y como relató Thusberg, algunas solo pueden ser transitadas por personas de Israel; las que pueden ser utilizadas por los palestinos están levantadas de tal manera que no pueden pasar al otro lado fácilmente.

«Este pequeño gran viaje», como lo describió Agirregabiria, ha puesto delante de sus ojos episodios extremos que han dejado «mucha huella» en todas las personas que han participado. «Ha sido una experiencia dura y todavía cuesta conciliar el sueño pero, sin duda, es una experiencia que nos ha hecho ser un poco más humanos y con ello, mejores».

Comparecencia en Lakua

Ahora tienen la tarea de difundir lo vivido y lograr mayor concienciación. Por el momento, tienen fijada una comparecencia en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento de Gasteiz.

También propusieron, de manera implícita, que el Ayuntamiento donostiarra «se hermane simbólicamente con uno de los más de 400 pueblos palestinos desaparecidos, y que otras ciudades del mundo sigan poco a poco esos pasos».

Por lo que respecta a la ciudadanía y su capacidad de actuación, la delegación recordó que existe la campaña Boicot Desinversiones y Sanciones que, desde 2005, se impulsa en Euskal Herria de la mano de organizaciones internacionalistas. La iniciativa pretende evitar que la economía, la cultura o el deporte sean empleados como sustento de un «sanguinario aparato de ocupación».