Fede de los Ríos
JO PUNTUA

Ahhh... la democracia, qué maravilla

Nada de violencia, nada de gritos, ni siquiera malas caras para los que arruinan nuestras vidas y las de nuestros hijos. Les resulta incómodo, molesto, poco elegante. No están acostumbrados

Provocan la muerte de indefensos y dicen que se ahogan solos, como para fastidiar; se apropian a manos llenas de lo público y manifiestan ser ajenos al latrocinio; aumenta su capital sin saber cómo y evaden impuestos sin enterarse por el amor a su pareja; en sus garajes aparecen jaguars y porches sin tener la deferencia de avisar para así tener constancia de ello y que no les pille de improviso; viejas cuentas en bancos suizos perdidas en la memoria por su poca importancia. Elaboran leyes y promulgan decretos que nos hacen más pobres y menos libres en nombre de la ética de la responsabilidad y del interés general, pero a cambio, como contrapartida, eso sí, nos dan más fútbol y más sálvame de luxe con los que llenar nuestras vidas aportándonos tema de conversación con nuestros iguales. Y es que, entre watssap y watssap, los silencios estando acompañado crean mucha tensión si no hay tema sobre el qué opinar.

Cuando, por una imprudencia, presidentas y consejeras son pilladas in fraganti en lo que parecen ser cohechos y prevaricaciones de un gobierno clientelar, lejos de una cobarde dimisión, se enrocan en sus cargos de forma coherente y responsable. La defensa de su honor se lo exige. Y, en el caso cercano de Nafarroa, quizás también la tradición: cinco presidentes imputados crean ya un label a perpetuar.

Si acuden expertos internacionales a aportar sus conocimientos para ayudar en la resolución de un conflicto que causa dolor y muerte, se les lleva a los tribunales. Si no es posible su encarcelamiento por colaboración, pertenencia a banda armada o apología del terrorismo, se les desacredita en los medios de creación de opinión y se pide su expulsión a sus países de origen.

Poseen los medios de producción. La policía, el ejército, los jueces, las televisiones, radios y periódicos, los curas, los profesores, los políticos y hasta los lectores del horóscopo están a su servicio. A nuestras deudas personales han sumado la deuda pública y sus deudas privadas, al tiempo que pretenden responsabilizarnos de la situación en la que nos encontramos. Nos enteramos de una pequeña parte de su fortuna y de su rapiña. De sus contratos blindados, sobresueldos, dietas, fiestas, lujosas mansiones, yates, amantes. Son humanos y a veces no controlan y se desfasan.

Nos piden juego limpio y democrático. Vestidos para el carnaval de Lantz quieren que bailemos el etéreo «Lago de los Cisnes». Nada de violencia, nada de gritos, ni siquiera malas caras para los que arruinan nuestras vidas y las de nuestros hijos. Les resulta incómodo, molesto, poco elegante. No están acostumbrados. Es antidemocrático porque ellos representan nuestra voluntad expresada en las urnas. Ellos somos nosotros. ¿No?

Lo decía el viejo Marx: «Hay que hacer la opresión real más opresora todavía, añadiendo a aquella la conciencia de la opresión, haciendo que la infamia sea más infamante al pregonarla. (...) Hay que enseñar al pueblo a asustarse de sí mismo para infundirle valor».

Se trataría de acabar con la ilusión de un mundo necesitado de ilusiones.