ANGELO MIOTTO
Periodista
Análisis | Nuevo gobierno en italia

Matteo Renzi ha logrado el voto de confianza. ¿Estamos seguros?

Matteo Renzi va deprisa: el 21 entregó la lista de ministros, el 24 obtuvo la confianza del Senado y el 25 de la Cámara. El número de votos fue similar o inferior al que avaló al Gobierno de su predecesor y compañero de partido, Enrico Letta, traicionado por Renzi, que le sacó tarjeta roja en una acción fulminante que acabó en unos días.

Para entender mejor el contexto que rodea esta fase política de cambio de Gobierno, en medio de una crisis que empuja el paro y la búsqueda de empleo a niveles nunca vistos antes, es suficiente ojear los principales periódicos digitales del panorama informativo italiano. En este país, el melodrama siempre ha sido parte de la cultura popular, un arte noble y rico en sugestiones; pero ahora se está rebajando a nivel de culebrón político.

¿Cómo van vestidas las nuevas ministras? ¿El traje de chaqueta azul marino es apropiado para jurar el cargo? Son las principales preguntas que la prensa intenta contestar. Letta no mira a Renzi a los ojos durante el relevo de Gobierno: ¿Qué pasa? Hay series infinitas de fotos de Renzi de paseo por Roma bajo el titular «Solo y pensativo». La quiniela previa a la lista de ministros ha sido un rollo macabeo. Más fotos: la mujer de Renzi ha escogido un vestido beige, comparémosla con otras primeras damas. Renzi se mete la mano en el bolsillo mientras pronuncia su discurso en el Senado: mira las fotos. Fotos de Renzi mientras maneja su inseparable móvil o la tableta en el Parlamento. ¿Qué libro está leyendo Renzi? Mira las fotos de los gestos de Renzi en la Cámara, y cosas así.

Si tuviéramos que medir el nivel cultural y estético de este país por la cantidad de fotos-basura con las que los grandes medios nos han bombardeado estos días, podría decirse que para los italianos ya no hay esperanza. Y, a lo mejor, es justo así.

Pero volvamos al joven presidente, de 39 años, ambicioso, con un pasado democristiano y un presente que está quemando etapas, incluso demasiado rápido.

Renzi se ha presentado ante las Cámaras con un discurso en el que reivindica el carácter político de su Gobierno. No se entiende, sin embargo, en base a qué programa, ya que reúne en la mayoría parlamentaria al Partido Democrático (de centro-izquierda) y al Nuevo Centro-Derecha, que es el resultado de la separación del «ala moderada» del partido de Berlusconi. De hecho, Angelino Alfano, jefe del NCD, ha sido durante mucho tiempo el delfín de Berlusconi en el Partido de la Libertad. Dos fuerzas que se enfrentaron en las elecciones de 2013.

En su discurso de toma de posesión destacaron pocos puntos claros: la educación, la ayuda a las PYME, el recorte de la diferencia entre coste de la mano de obra y salarios, la reforma de la Constitución para abolir el Senado y crear una Cámara de Autonomías, la reforma de la Justicia, la reforma laboral y la de la ley electoral. Esta última debería por fin garantizar al ciudadano la posibilidad de volver a la senda de la democracia representativa. Hay que tener en cuenta que Renzi es el tercer primer ministro elegido directamente por el jefe del Estado, Giorgio Napolitano, sin paso previo por las urnas. Antes que Renzi, lo fueron Letta y Monti.

El tono utilizado por Renzi es apocalíptico: «Ya no queda tiempo», «hay que actuar», «esta vez no falla». Regalando el oído a los ciudadanos, se garantiza el éxito -«queridos senadores, más que los mercados financieros deberíais pisar por los mercados de barrio», dijo-, aun dejando la puerta abierta de par en par a la perplejidad. Es cierto que el país está doblegado no solo por la crisis financiera internacional, sino que nuestra crisis es imputable en la misma medida a las perversas acciones de los gobiernos de los últimos 25 años. Tener a un presidente joven que parece estar realmente en sintonía con las necesidades del país podría parecer un avance considerable. Sin embargo, nos corroe la duda sobre si estamos presenciando una vez más una operación camaleónica de la política, el espectáculo personal de un hombre; y esto nos trae malos recuerdos del pasado y no nos deja dormir tranquilos.

La indiscutible capacidad mediática de Renzi le ha hecho recuperar el respeto hasta el punto de que los sondeos dicen que ya hemos olvidado incluso la puñalada trapera a su compañero de partido, el expresidente Letta. Las palabras, no obstante, tienen su sentido y si se abusa de ellas lo pierden y se vuelvan un eslógan vacío.

En su discurso, para hablar del paro citó a un amigo, padre de familia, que acaba de perder el trabajo, y recordó que en su etapa de alcalde de Florencia estrechó la mano de muchos parados. Pero no dijo nada concreto sobre Europa y la obligación de limitar el déficit público recogida en la Constitución o sobre el fondo de res- cate. La única referencia a estos temas la encontramos en «La Repubblica», cuyo editor, Carlo de Benedetti, es fan de Renzi. El diario tituló el miércoles: «No nos dejaremos gobernar por Europa». No es más que un eslógan, con la vista puesta en la ya inminente campaña electoral y en el semestre de Presidencia italiana de la UE, que arrancará en julio. Sin embargo, la crisis que padecemos nace también en Europa.

La opinión pública moderada, que incluye a los votantes del Partido Demócrata, está dividida. Los partidarios de Renzi piden obsesivamente en las redes sociales que lo dejen trabajar.

Una vez más el alumbramiento del poder constituido italiano lleva la marca de un pecado original que no nos anima a cumplir con lo que nos piden, es decir, que tengamos confianza.

El presidente ha prometido hacer una reforma al mes. Desde el país de la burocracia cenagosa le deseamos lo mejor. Ni sus declaraciones solemnes ni el gesto de formar un Gobierno paritario son suficientes para autoproclamarse el hombre del destino, capaz de «invertir la marcha», como decía el lema con el que ganó las primarias de su partido.

En Italia los grandes problemas residen en todas esas piezas del engranaje que han dejado de funcionar, empezando por la política industrial y de I+D, la ayuda a las PYME y la decepcionante acción diplomática internacional. Pero hay más: el cuerpo social se ha descompuesto por culpa de las dos décadas de hipnosis televisiva efectuada por Berlusconi y por la ausencia de una acción política digna de ese nombre. Ambos fenómenos han vulgarizado más no solo a la clase media sino especialmente a lo que antaño llamábamos proletariado. En estas condiciones de ausencia de ideales y valores, con gobiernos que han firmado un cheque en blanco a las doctrinas neoliberales, incluso una llamada al rescate puede quedarse en papel mojado.

Tenemos que reconstruir las relaciones y hacer que arraiguen en la confianza, en la cultura del estado de bienestar común para todos y en el espíritu de la solidaridad. Hoy estas raíces se están secando en un desierto que ha barrido del mapa acciones e ideales. La política también tiene la culpa de eso.

Traducción de Monica Bedana