Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico

El poeta loco

Se diría que has muerto, y eres alguien por fin, un retrato en la pared de los muertos, un retrato de cumpleaños con velas para los muertos. Pero a nadie le importan los niños, los muertos, a nadie los niños que viajan solos por el país de los muertos, y para qué, te dices, abrir los ojos al país de los ciegos, abrir los ojos hoy, mañana, para siempre».

Este fragmento pertenece al poema «Pavane pour un enfant défunt», obra de Leopoldo María Panero, que acaba de dejar este mundo. Fue vecino nuestro durante muchos años en Arrasate, donde pasó largas temporadas como interno en su psiquiátrico.

No soy quien para hablar de la locura de los poetas malditos, de sus versos escritos o recitados entre el delirio y el estado insomne. Pero sí quiero hablar de la presencia cinematográfica de uno de los tres hermanos Panero, hijos de uno de los poetas oficiales del franquismo.

Su contribución personal a «El desencanto» (1976) de Jaime Chávarri y «Después de tantos años» (1994) de Ricardo Franco fue fundamental. Dos películas que hablan de muchas más cosas que de la aparente ruptura generacional. Porque nunca se trató de revelarse contra la figura del padre, tal cual.

En el caso de Leopoldo María Panero está claro que no le bastó con la militancia política para manifestarse como opuesto o contrario al jefe del clan radicado en Astorga, sino que fue más allá siendo también poeta, pero novísimo poeta, alejado de los postulados de la Generación del 36 más claudicante.

Las palabras del poeta loco siempre sonaron inquietantes, seguramente porque nacían del dolor verdadero, del que no se puede disimular bajo una capa de normalidad y de «España va bien».