Víctor Abarzuza Fontellas
Iruñea
KOLABORAZIOAK

El Nuevo Príncipe por Neomaquiavelo

La verdadera astucia del nuevo príncipe es su ambigüedad: saber lograr sus objetivos sin hacer caso de los falsos principios que otros dicen defender como si los nuestros fueran

El nuevo príncipe es navarro pero vive en Ferraz. Engañoso y astuto como la zorra, pero de apariencia feroz, sabrá ser obediente si se anteponen los intereses de un reino. Populista en sus palabras y burgués en sus hechos, no cesa de jugar a dos bandas. Lo mismo un día muestra compromiso con «mi noble socio» de rancio abolengo y su corte feudalizante, como abjura de él como si un drama polifónico fuera a sonar al alba. Sabe utilizar timbales y luces como un prestidigitador cuyo arte fuera técnico de la apolítica conservación del principado. Como quien mira al pueblo como a un conjunto de admiradores de la ganancia y el poder a los que dar cebo; pues en el fondo, todos envidian al Príncipe, quisieran imitarlo, son ingratos, volubles, disimuladores, ansiosos de la misma codicia y procuran evitar el peligro. Como para el guardia que solo ve espaldas que corren hacia allá, votos que circulan para acá. El poder es el reparto del poder y las cosas, el status quo, mejor dejarlas como están.

No es necesario que el nuevo Príncipe cree confianza, pues la confianza es el principio que mata la rivalidad en la ganancia, pero sí la creencia en ella. Basta con repartir unas migajas, prometer una arcadia, revelar un lugar aunque no se halle en ninguna parte. Decir, así, «techo de cristal» que es a lo que a nuestra burgués dama del Príncipe interesa y ocultar el pegajoso «suelo de cartón» al que pertenece la andrajosa. Decir aborto, homosexual, violencia de género y otras mundanas causas que venden mucho como decir vamos a denunciar el concordato con la Santa Sede, de quienes siempre han actuado como sus obispos sosteniendo al nuevo Príncipe, su papal impuesto y su privata lex. Decir nobles y honorables defensores de la paz, en lugar de guerreros del tiránico aliado atlántico que reparte miseria y tortura. Decir «jamás decidiréis» y al tiempo lanzar pomposas sentencias sobre dar la palabra al pueblo. Decir para el vulgo pero sin el vulgo y poner delante de las bayonetas a incautos y desesperados. Decir adultos y tratar a la gente como a niños asustados.

Esta es la realpolitik que ha de conducir al nuevo Príncipe para gobernar al súbdito, pues este nada es sin su consentimiento. No penséis que la dictadura del burguesariado y la tiranía de los burócratas han llegado; pensad que la política no es más que el ejercicio posible del poder y que en eso consiste saber aprovechar la oportunidad de gobernar, de sostener al nuevo Estado. Dice el vulgo que «la llaman democracia y no lo es» y yo os digo que solo el nuevo Príncipe sabe cuándo ha de llegar. Solo Él sabe que es mejor ganar la confianza de la gente que confiar en la fuerza, por eso todos le obedecen. Solo cuando el Príncipe tiene el poder, cambian las cosas. Confiad y seréis libres; negad al Príncipe su potestad y reinará el mal, la oscuridad de los adoradores locales, los sacrílegos monstruos vascones contrarios a la humanidad, la igualdad y la solidaridad de nuestros profundos principios universales. Solo el Príncipe ha sido consagrado para interpretar la sagrada Constitución y no sus cristianos servidores.

Pero qué son las palabras sin hechos, qué son, sin la potestad y el poder de llevarlas a cabo. Son los adalides de esa comunidad imaginaria los culpables de la patria. La verdadera astucia del nuevo príncipe es la virtud de su ambigüedad: saber lograr sus objetivos sin hacer caso de los falsos principios que otros dicen defender como si los nuestros fueran. Desear la república, pero adular a la monarquía. Alabar la libertad, pero promocionar su control a la vuelta de la esquina. Perjurar de Dios y abrazar el acuerdo del Papa. Demonizar la rabia del jabalí y azuzar al galgo en la cacería. Ensalzar al caudillo escondido en su X y denostar al líder vascón encarcelado.

Pues de todos es conocido: el fin justifica los medios. De un tiempo a esta parte, la política consiste en no decir lo que se cree ni creer lo que se dice, y si se escapa alguna verdad, esconderla entre mentiras, pues es más difícil reconocerla. Arte del cínico, pero la realidad del arte de hacer política, ya que realidad somos y la realidad, sobre todo, se impone; no es labor del nuevo Príncipe sino seguirla y secundarla. Esta es su virtud y su gloria, la sal- vaguarda de una Nación, Una, Grande y Libre. Neomaquiavelo.